(1) LARS Y UNA CHICA DE VERDAD, de Craig Gillespie.

TAMAÑO NATURAL
Lars en un joven sensible y con una timidez patológica, fruto de profundas carencias afectivas, que le impide relacionarse con chicas en un pueblo de la América profunda. Para remediar su situación adquiere, vía Internet, una hermosa muñeca de silicona, tamaño real, llamada Bianca. Pero esta comedia presuntamente romántica escrita por Nancy Oliver -la guionista de la serie televisiva A dos metros bajo tierra– no es sino una versión descafeinada y edulcorada de la provocativa película de Berlanga Tamaño natural (1974), un relato libertario y desesperado imaginado por el malogrado Rafael Azcona que le servía para rechazar la sociedad establecida, reivindicar la libertad sexual y soñar en una mujer-objeto cuya perfección resultaba a la postre inaccesible.
La propuesta de Craig Gillespie, un especialista de cine publicitario, falla no sólo por su candidez e ingenuidad sino también por su tratamiento realista de situaciones absurdas que hubieran requerido un tono narrativo muy especial: ni nos convence esa muñeca sin orificios practicables -sólo hay un casto beso- ni nos creemos a esa familia y a esa comunidad rural puritana pero comprensiva con el problema del muchacho, que admiten a Bianca como si fuera una persona de carne y hueso. Y que vencen sus escrúpulos morales para atender la prescripción médica de una doctora.
Un conflicto psicológico mal planteado en una colectividad idealizada y falsa, sin verdaderas contradicciones de base, desemboca en un previsible final feliz: el triunfo del amor con una novia ya real y la muerte simbólica de la muñeca. Una curación de pacotilla mediante un psicoanálisis de baratillo.
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