(0) SPEED RACER, de Andy y Harry Wachowski.

ADICTOS A LA VELOCIDAD
En mal momento los hermanos Wachowski decidieron revocar su decisión de no volver a trabajar en el cine tras las demoledoras críticas recibidas por la trilogía de Matrix, especialmente sus dos secuelas. Su regreso, una colorista y ruidosa adaptación del anime Mach Go Go Go a partir del cómic manga de Tatsuo Yoshida –llamada en España Meteoro– es un gratuito ejercicio de nostalgia e ingenuidad que ya no se estila y la última manifestación del cine-espectáculo en que se ha convertido la industria de Hollywood.
Su mayor reclamo no es la historia en sí misma –las aventuras de un prometedor piloto de carreras que, junto a su estrafalaria familia, se enfrenta a una multinacional que pretende jugar sucio– sino la “original” forma en que está narrada. Estéticamente, Speed Racer está concebido como un videojuego de atmósfera irreal y artificiosa que intercala, entre carrera y carrera, escenas de personajes reales. Narrativamente, el film combina eficazmente –logra el objetivo de seducir, por tanto, de atraer la atención del público– el discurso de la publicidad y del videoclip musical, para crear una agilidad visual y una tensión que no decae en todo el metraje. Un ejemplo de esa artificiosidad y la borrachera de efectismo digital es que el 90% de la película ha dependido del trabajo de posproducción, y el rodaje en sí ha consistido en la simulación de los actores en un set con una enorme pantalla verde, lo que comúnmente se llama croma o croma key. El resultado es un film técnicamente impecable pero carente del mínimo interés. Vacío de contenido.
Ya se sabe, aunque la mona se vista de seda…
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