CARLES BENPAR, DIRECTOR DE “CINEASTAS EN ACCIÓN”

“EN LA ERA DIGITAL ES MÁS FÁCIL CENSURAR LAS PELÍCULAS”
Han pasado 21 años desde que, en el marco del Festival de Barcelona de 1987, el director Fred Zinnemann le pidió a Carles Benpar la realización de un documental que mostrase un catálogo de manipulaciones que viene sufriendo la obra fílmica desde siempre. El resultado es una doble producción, Cineastas contra magnates y Cineastas en acción, que ensalza el derecho moral de los autores y advierte de los atropellos a los que, por parte de aquellos que las explotan económicamente, son sometidas las películas. Para ello cuenta con un ingente reparto de reconocidos directores que denuncian, con ejemplos concretos, casos de censura y manipulación en la historia del cine.
Antes de Cineastas contra magnates y Cineastas en acción ya habías tratado el tema de las manipulaciones que viene sufriendo la obra cinematográfica.
Sí. De hecho, la génesis de estas películas es, por una parte, el libro “Cineastas contra magnates”, una recopilación de mis artículos publicados sobre el tema en el periódico La Vanguardia durante 3 años y que alguien le dio por editarlo.
¿Para aquellos despistados, qué son exactamente los derechos morales de los autores?
Fundamentalmente, cuando hablo de derechos morales me refiero básicamente a que las obras lleguen al espectador tal y como han sido concebidas originalmente. La Ley de Propiedad Intelectual, aprobada el 12 de abril de 1996, profundiza en ellos, diversificándolos en varios conceptos: decidir si su obra ha de ser divulgada y en qué forma; determinar el nombre con el que va a ser conocido el autor; exigir el reconocimiento de su condición de autor; exigir el respeto a la integridad de la obra e impedir cualquier deformación, modificación, alteración o atentado contra ella; retirar la obra del comercio, por cambio de sus convicciones intelectuales o morales; y acceder al ejemplar único o raro de la obra.
Cineastas en acción se centra en los juicios que tuvieron lugar en París, Copenhague y Estocolmo por los derechos morales de diversos directores por el tema del coloreado de películas, el respeto al formato original y las interrupciones publicitarias en televisión. ¿Ha mejorado o empeorado la situación de éstos frente a las imposiciones de los productores y los medios de comunicación en los últimos años?
Es una buena pregunta porque estas películas ya se han quedado un poco anticuadas. Los hechos a los que se refieren se produjeron hace ya bastantes años. Si se hubiesen hecho cuatro o cinco años antes hubiera sido una película de denuncia. Ahora es más un muestrario de barbaridades que se han hecho y que, desgraciadamente, se siguen haciendo actualmente. El otro día en una emisora catalana, el Canal 8, se emitió una película coloreada. Las televisiones siguen cortando arbitrariamente las películas para insertar bloques publicitarios, o colocan las incómodas “moscas” o logos en las esquinas. Todavía hoy no se respetan los formatos originales, por lo que los encuadres son modificados cortando personas, espacios y despistando al espectador. Los productores estadounidenses imponen sus “final cuts” al director, considerado allí un mero subordinado y no un creador. Existen famosos ejemplos de doblajes que cambian radicalmente el sentido y el significado de la secuencia. Incluso se plantea en Cineastas en acción que el subtitulado, aún siendo un mal menor, es también una manipulación de la obra original.
¿Los avances tecnológicos –Internet, MP3, DVD, etc.– perjudican o benefician los derechos morales de los autores?
Los avances tecnológicos han permitido multiplicar las posibilidades de explotación económica de las películas, facilitando su difusión, pero también facilitan su manipulación. Hay títulos que han sido editados en DVD con cortes que confunden al espectador, seguramente porque proceden de copias que fueron censuradas en algún país desconocido, o porque el afán de limpiar la imagen hace que se descarten escenas mal conservadas o con impurezas. El desarrollo tecnológico ha provocado que la televisión tenga menos importancia porque cada vez menos aficionados al cine ven películas en ese medio. Ahora, cualquier persona con un ordenador y software adecuado puede alterar la obra cinematográfica en su propia casa hasta convertirla en otra cosa: cambiando el orden de las secuencias, añadiéndole sonido a la banda sonora, quitándole o poniéndole subtítulos, alterando el ritmo y la velocidad de la narración, etc. De hecho, en la era digital es más fácil censurar, porque los medios técnicos permiten ocultar perfectamente cualquier manipulación. Existen varias empresas en Estados Unidos, como Movie Mask, vinculadas a sectores sociales y culturales ultraconservadores, que venden películas sujetas a censura digital, en las que cualquier alusión al sexo y a la violencia es eliminada sutilmente, mediante efectos digitales, o directamente censurando escenas enteras. Por eso mismo, los derechos morales deben ser reforzados y protegidos con mayor esfuerzo.
¿Por qué la situación en Europa es distinta que en Estados Unidos, en cuanto a la protección de los derechos morales de los directores de cine?
Fundamentalmente, por la distinta concepción del producto cinematográfico, que ha determinado la diferente configuración de la industria y del mercado del cine en uno y en otro lado del Atlántico. En USA, el cine está más orientado como negocio y el productor es el dueño del copyright, por lo que impone el llamado “final cut” y diseña por su cuenta la explotación del producto sin la intervención del director-autor del mismo. Por el contrario, en Europa ha triunfado la concepción del cine como producto cultural, más relacionado con la creación artística y no únicamente como mero negocio, dando al director-autor un status mucho más importante y digno. Por ejemplo, hablamos de las películas de Almodóvar antes que las películas de la productora El Deseo. En los Oscar, la estatuilla a la mejor película la recoge el productor, no el director.
¿Cómo lograste contar con la participación de tantos y tan reconocidos directores en la elaboración del documental? ¿Te has encontrado con algún director que se haya negado a participar en él?
Realmente no fue resultado de un plan previamente cerrado sino que fue una mezcla de improvisación y casualidad el que pudiera contar con tantos realizadores. Con algunos que tenía pensado si intervención al final no intervinieron en el film, otros con los que no contaba se sumaron sin dudarlo. Wim Wenders nunca me dijo que no quisiera colaborar, pero puso muchos problemas de agenda y coordinación. Es de los primeros que se lo dije pero al final no participó. Martin Scorsese dio la impresión de querer colaborar pero su agenda estaba muy completa y finalmente no le incluí en el “reparto”.Por el contrario, algunos directores que no estaban previstos salieron porque uno me llevaba al otro, es decir, Stanley Donen, Richard Lester y John Boorman no estaban en mi mente pero otros me hablaron de ellos como testimonios importantes de la manipulación de los grandes estudios.
Pau Vanaclocha
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