(1) HACIA RUTAS SALVAJES, de Sean Penn.

ESPÍRITU AVENTURERO
El oscarizado actor reconvertido en director Sean Penn realiza una hermosa y emotiva hagiografía sobre la “hazaña” de Christopher McCandless, un joven estadounidense que, tras graduarse en la universidad, dejó su vida acomodada para emprender un peligroso viaje a la naturaleza salvaje donde encontró sentido a su vida y, lamentablemente, el fin de la misma. Un canto a la naturaleza, con una bellísima fotografía y localizaciones de lujo como el Gran Cañón del Colorado, el desierto de Arizona o las montañas de Alaska, y a la libertad, mediante alusiones al espíritu aventurero de Joseph Conrad y Jack London, que sin embargo no logra captar las motivaciones del protagonista con la complejidad como lo hicieron los mencionados escritores en sus conocidas novelas.
Alejado del turbio retrato del aventurero de Grizzly Man (2005), Hacia rutas salvajes es una mirada complaciente y compasiva de un realizador centrado en ensalzar a un simpático héroe y narrar su extravagante odisea mediante apelaciones al sentimentalismo –el montaje en paralelo muestra las consecuencias de la desaparición del protagonista en su familia– y una evidente inclinación a la trascendencia –constante uso de la cámara lenta y la voz en off para enfatizar situaciones o reflexiones personales– que oculta el gran defecto de la película: la ausencia de respuestas. ¿Por qué huye? El espectador ignora si su viaje a ningún sitio es provocado por su rechazo a la sociedad consumista y opulenta, si se aleja de sus padres por descubrir un secreto familiar –metido con calzador en un guión un tanto confuso–, si inicia la búsqueda de sí mismo o si lo hace como denuncia contra el cambio climático y propone una cultura ecológica y el regreso a la naturaleza. Para Sean Penn, eso es lo de menos.
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