(1) LA BÚSQUEDA 2: EL DIARIO SECRETO, de John Turteltaub.

EN BUSCA DEL TESORO
Pese a los infructuosos esfuerzos de Nicolas Cage —un actor al que, dicho sea de paso, no le veo talento alguno, ya sea por su incapacidad para cambiar de registro o por su más que irregular carrera cinematográfica—, el cazador de reliquias Ben Gates no es Indiana Jones. Le falta garra, bordería, seducción, ironía.
Las aventuras del mejor aventurero de la historia del cine han inspirado multitud de pobres imitaciones como la que nos ocupa en estas líneas. Su predecesora, La búsqueda (National Treasure) (2004), ya pecó de ser un simple entretenimiento ligero plagado de artificiosidad y carente de la mínima credibilidad. La búsqueda 2: El diario secreto es el colmo de la exageración: el universo está plagado de pruebas, indicios, de la existencia de majestuosos tesoros ocultos. Contra la certeza de que el 95% del trabajo del investigador se encuentra en las bibliotecas, los museos y otras instituciones culturales, para Ben Gates es un divertido juego de seguir pistas que nadie más ve, que lo llevan a visitar las principales capitales europeas, burlar la seguridad de Buckhingham Palace en Londres o la Casa Blanca y la Biblioteca del Congreso en Washington, sufrir el acoso de villanos sacados de una chistera y finalmente, descubrir, sin tener que viajar a países lejanos, un Eldorado bajo un conocido monumento.
Todo ello engrasado de un popurrí histórico que mezcla el asesinato de Abraham Linlcoln con las civilizaciones precolombinas en territorio estadounidense. Por esa estética de parque temático, con cuevas hechas con cartón-piedra y túneles sumergidos en el agua, se nota que el film es una producción de la Disney. Lo mejor, su falta de pretensiones.
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