JOSÉ ENRIQUE MARCH, DIRECTOR DE “ESCUCHANDO A GABRIEL”

“LA MÚSICA ES MÁS PODEROSA QUE LAS PALABRAS”
Formado en la crítica cinematográfica, el joven productor y director valenciano José Enrique March debuta en la gran pantalla con Escuchando a Gabriel, un drama romántico a la vieja usanza que reflexiona sobre el amor y el derón, utilizando la música clásica como vehículo de expresión de sentimientos, secretos y silencios incómodos. Javier Ríos, Silvia Abascal y Antonio Dechent forman un trío unido por el amor y la necesidad de perdonar y ser perdonados, en una emotiva película escrita por el guionista y compositor de la banda sonora, Maxi Valero.
Anteriormente a Escuchando a Gabriel ya habías tenido alguna experiencia con la cámara. ¿Es oficialmente tu ópera prima?
Sí, es la primera película en formato cine que dirijo. La estancia fue un experimento que realicé en vídeo y con recursos muy limitados. Técnicamente hablando, es mi primer largometraje.
El film recrea un universo de sentimientos en torno al perdón y al compromiso.
Es la historia de tres personajes, el tímido y solitario pianista que abandonó la música cuando su padre fue a la cárcel, la joven violinista que alquila un piso para estudiar en el conservatorio y el padre del primero que sale de la cárcel y quiere ser perdonado y recuperar el tiempo perdido con su hijo. Es la figura del perdedor con dignidad. Entre los tres se crean unas relaciones de dependencia muy fuertes, siendo el amor y el perdón las claves de este melodrama.
La película hace referencia al poder terapéutico de la música.
Aquí se nota que el guionista es también músico. La música cumple un papel fundamental porque no sólo es la profesión de Sara y al afición oculta de Gabriel, sino que se convierte en un lenguaje universal que expresa sentimientos y estados de ánimo, llegando a sustituir a la palabra. Entre los protagonistas, la música se convierte en un vehículo expresivo más. De hecho, es el vehículo a través del cual se conocen y se enamoran. Como lenguaje universal, la música es más poderosa que la palabra.
¿Por qué has estructurado la historia como un cuento?
Por un lado por estética, porque los cuentos ya transmiten un universo de magia. Por otro, porque siempre el cuento representa muy bien el modelo de historia circular, que empieza y acaba en el mismo lugar. Otra razón para potenciar la figura del narrador es que siempre ayuda para introducir las historias y es un personaje evocativo que te acompaña. En resumen, pretendía darle una coherencia interna a la historia y la estructura de cuento me permitía dársela.
¿Te ha servido tu formación de crítico de cine para ponerte detrás de la cámara?
La crítica cinematográfica te aporta, desde luego, una serie de conocimientos sobre el cine muy importantes. Pero no tanto como crítico sino como aficionado y amante del cine en general. Si eres cinéfilo y tienes posibilidades de dirigir te salen, aunque de forma inconsciente, guiños, referencias e influencias de otros films, directores reconocidos y determinadas tendencias cinematográficas. Si tuviera que hacer una crítica de mi película, destacaría el manejo de los tiempos narrativos y el progresivo pero contenido desarrollo del conflicto dramático, sin caer en la lágrima fácil y en el exceso sentimental.
¿Que se haya rodado en Valencia y salgan escenarios muy reconocibles de la ciudad era premeditado, estaba incluido en el guión, o fue algo casual?
Era una cuestión de producción porque casi todo el equipo técnico era de aquí y queríamos darle un sello propio. Qué mejor que rodar en Valencia para demostrar que se puede y se debe hacer cine valenciano, desarrollando una industria audiovisual valenciana con productos de calidad. Sobre la historia en sí, no quería identificar tanto el lugar donde se desarrolla la acción para darle un sentido universal a la trama. Intenté descontextualizar la trama al máximo porque hablábamos de temas universales como el amor, la música y el perdón.
Pau Vanaclocha
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