(1) LA TORRE DE SUSO, de Tom Fernández.

RETORNO AL PASADO
La excelente fotografía de Carlos Suárez muestra con brillantez los valles mineros de Asturias a donde llega Cundo, tras una larga estancia en Argentina, para asistir al funeral de su amigo Suso, destrozado por las drogas. Debut en el largometraje de Tom Fernández (Oviedo, 1971), cortometrajista y uno de los guionistas de las series de TV 7 vidas y A medias, La torre de Suso es una historia, narrada entre la comedia y el drama, sobre vidas mediocres redimidas por el amor y la amistad, con esa simbólica torre de troncos erigida en honor al amigo difunto por una cuadrilla de mozos que rozan ya los cuarenta años y que se debaten, en esa encrucijada de pasado y futuro, entre la nostalgia de una juventud sin barreras y la madurez de unos proyectos vitales asumidos con responsabilidad.
Javier Cámara y Emilio Gutiérrez Caba aportan sabiduría interpretativa a un film bienintencionado que, a mi juicio, falla por su tono demasiado superficial y condescendiente, dominado por un costumbrismo de compadreo y rondas de sidra, unas difíciles relaciones paternofiliales resueltas por arte de magia y una ingenua visión de las mujeres contempladas con un sentimentalismo demasiado elemental.
Un final tan feliz como falso acaba de malbaratar una película clasificable como típico “cine de guión” caracterizado por el rebuscamiento literario de sus diálogos y de la voz en off -la del ausente Suso-, un estilo melifluo en la línea de J. L. Garci que no es el más apropiado para retratar con un mínimo rigor la compleja convivencia en los pueblos, una mezcla cambiante de primitivismo y modernidad necesitada de muchos matices para su adecuada expresión fílmica.
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