VENTURA PONS, DIRECTOR DE “BARCELONA (UN MAPA)”

“SIN LIBERTAD ABSOLUTA NO ADAPTARÍA NINGUNA OBRA ORIGINAL”
Con una puntualidad británica que le permite dirigir un film al año, el realizador catalán Ventura Pons regresa a Valencia para presentar su última propuesta, la decimonovena película de su prolífica filmografía. Adaptación de la obra teatral de Lluïsa Cunillé, Barcelona (un mapa) es un eficaz retrato de un mundo lleno de silencios, secretos y mentiras, protagonizado por una pareja de ancianos que vive en un viejo piso del Ensanche barcelonés. Cuenta con la participación de un plantel de lujo encabezado por un inspirado Josep María Pou y una sensacional Núria Espert.
Tu filmografía está repleta de valiosas adaptaciones de autores catalanes.
Siempre he considerado que la esencia del buen cine, su verdadera razón de ser, es contar buenas historias. Esa es mi máxima aspiración. Incluso por encima del quién, me ha interesado contar el qué. Porque no es necesario que un personaje tenga una gran trascendencia histórica para que nos enseñe valiosas experiencias vitales. No es necesario apelar a los héroes para mostrar las grandezas y defectos del ser humano, prefiero el personaje anónimo que apenas consigue malvivir ante los avatares de la vida. En esa búsqueda incansable de buenas historias, reconocibles, cercanas y profundas, he acudido a la literatura y al teatro como fuentes de inspiración, sin menospreciar las posibilidades del guión original. Y me han enseñado interesantes lecciones vitales con las que poder sentirnos identificados y, desde la distancia, ser conscientes de neustros propios errores y aprender a enfrentarnos a ellos.
¿Qué es lo que te atrajo de la obra teatral de Lluïsa Cunillé?
La historia es muy compleja porque abarca una gran variedad temáticas, no sólo aquellos temas que he tratado en anteriores películas, como la incomunicación y la soledad en el mundo moderno, el adulterio, el incesto o la homosexualidad. La obra es un excelente retrato de un mundo decadente que está abocado a la desaparición, nada complaciente, lleno de secretos y mentiras. Pero he pretendido ir más allá: explicar el por qué de esa represión. El contexto en el que les tocó vivir a los protagonistas, donde lo que aparentemente era verdad no era más que una mentira y la verdad iba por debajo, les hizo vivir en un incómodo silencio, bajo una máscara de hipocresía. La represión moral,social, cultural, religiosa y política que corresponde con esos terribles años de franquismo afloran más intensamente en el último tramo de vida del personaje interpretado por Josep María Pou. Es evidente que Barcelona (un mapa) no sólo narra la vida de una pareja mayor y su relación con sus inquilinos, cuando por la enfermedad del marido y su próxima muerte éste les pide que abandonen la casa. Es un acto de sinceridad ante un final inminente, donde se destapan todos los traumas de una generación reprimida y represora.
Los personajes secundarios asumen el contrapeso que enfatiza la represión de los protagonistas.
Desde el principio quise darles a los inquilinos de la casa y al hermano de la anciana una complejidad equiparable a la de la pareja protagonista. No quería que fueran una simple comparsa. Aportan un cúmulo de experiencias que nos llevan a episodios de máxima intimidad, revelando a su vez secretos que piden a gritos ser descubiertos. La cínica y pesimista profesora de francés, el exfutbolista que por avatares de la vida debe renunciar a sus sueños y al inmigrante sudamericana embarazada, discriminada por ser mujer, soltera, embarazada y extranjera, forman un entrañable universo humano que podríamos catalogar de perdedores por circunstancias que no controlan. La diferencia con el matrimonio es que no juegan a ese juego de máscaras, no participan de esa represión que exclavizan a los protagonistas.
El reparto de lujo ha facilitado el grado de credibilidad y realismo del film.
Ha sido un auténtico lujo contar con ellos. Quién sabe cuándo se podrá disfrutar de nuevo de actores de la talla de Josep María Pou –galardonado recientemente con el Premio Nacional de Teatro– o Núria Espert –regresa al cine 11 años después de su actuación en Actrius– juntos en un mismo escenario. Y no sólo es un honor que actores tan consagrados como ellos trabajen en mis películas, es que tengo la tremenda suerte de compartir la misma visión de la vida, al misma forma de pensar y la misma estética que ellos, por eso puedo contar con su participación para llevar adelante una película.
¿Cómo te planteas la adaptación al cine de una obra teatral o literaria?
Pues con la libertad total que da el considerarme un autor. Si no tengo manga ancha no la hago. Una película es otra cosa que una novela o una obra de teatro, por mucho que se base en ellas. Tiene autonomía propia, su propia personalidad. Siempre es necesaria una adaptación visual y narrativa de la obra original a los esquemas y procesos productivos del discurso fílmico. Como director de cine, yo respondo del resultado final de la película, por tanto no quisiera depender de las exigencias del autor de la obra sobre la que me baso, ni soportaría su constante evaluación. Es algo que me he impuesto como autor artesano que me considero. Sin libertad absoluta no adaptaría ninguna obra original.
Pau Vanaclocha
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