(4) NATURALEZA MUERTA, de Jia Zhang Ke.

LO VIEJO Y LO NUEVO
Galardonada con el León de Oro a la mejor película en el Festival de Venecia 2006, Naturaleza muerta es la primera película que llega a nuestras pantallas del realizador independiente Jia Zhang Ke, uno de los representantes de la última generación del cine chino. Con una aparente sencillez formal que encubre una admirable complejidad de contenidos, el film integra varias líneas argumentales aunadas por el imponente fondo paisajístico y tecnológico de la construcción de la presa de las Tres Gargantas en el río Yangtsé, el mayor complejo hidroeléctrico del mundo, ante el cual se desarrollan de forma sucesiva los reencuentros de dos parejas largo tiempo separadas.
Las consecuencias humanas del progreso, el precio personal a pagar por la modernización del país, las inevitables contradicciones entre lo viejo y lo nuevo constituyen el núcleo de este admirable relato: cambios en el entorno físico y cambios socioeconómicos -traslado de más de un millón de personas ante la subida de las aguas del pantano- que sin impuestos por el bien común pero que afectan de forma traumática al trabajo agrícola tradicional y a la estabilidad de las relaciones familiares.
El abandono forzoso de tierras inundadas por la contruscción de un pantano fue ya el tema abordado en Río salvaje (Elia Kazan, 1960) de una forma más melodramática, mientras que Naturaleza muerta sigue unas pautas neorrealistas con una magistral fusión narrativa entre individuo y colectividad, entre personajes y medio geográfico, entre ficción y documental.
Protagonizada por un minero y una enfermera que acuden al lugar en busca de sus parejas respectivas, en la película se plantean, sin didactismo ni moraleja alguna, una serie de cuestiones de interés. Es palpable la nostalgia del realizador ante la demolición del pequeño mundo antiguo de Fengjie y su dolor ante el obligado exilio de tantas familias, aunque sea menos evidente su contento ante una magna obra que producirá energía eléctrica suficiente para industrializar una extensa región, mejorando su economía.
Jia Zhang Ke pone de relieve esas pequeñas cosas, tan comunes y cotidianas, que conforman un mundo atávico y modesto pero entrañable: divide el film en cuatro grandes capítulos con sendos rótulos alusivos a los pequeños placeres que la gente pobre puede compartir con amigos y vecinos.
Con discretas alusiones a la burocracia y a la corrupción, el film nos hace compartir un momento de desolación que dará paso a una nueva vida, con el renacimiento del amor y con el agua del río que no deja de fluir. Con su admirable trabajo -ritmo pausado, precisión matemática en los encuadres y en la duración de los planos, actitud respetuosa con los actores, sensibilidad y contención en la expresión de las emociones-, el realizador nos habla de la desaparición de un viejo mundo que él conoce y ama, fotografiando en gris el polvo y la bruma originados por los edificios abatidos por la piqueta, aunando la melancolía del adiós con la esperanza ante lo que llegará.
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