(2) TOCAR EL CIELO, de Marcos Carnevale.

BUSCANDO LA FELICIDAD
¿Está muriendo de éxito el cine argentino? La inteligente pregunta que lanzó mi acompañante tras ver el último film del realizador Marcos Carnevale evidenciaba su pequeña decepción. Tuve que calmarle afirmando una obviedad: como cualquier cinematografía, además de buenas películas, en Argentina también hacen flojas e incluso malas. Lo que pasa es que antes nos llegaban con cuentagotas los films de esa nacionalidad —casi siempre respaldados por algún premio o reconocimiento en algún festival— y ahora, a rebufo de los éxitos tanto de público como de crítica de algunos títulos, el cine argentino está muy presente en las carteleras españolas.
La cálida acogida de películas como Nueve Reinas (2000) o El hijo de la novia (2001) creó un sentimiento de cariño y admiración hacia un cine realizado con escasos medios pero dotado de un interés indudable. Un cine realizado e interpretado con talento, gracias a un plantel de directores y guionistas de la talla de Fabián Bielinsky, Adolfo Aristaráin y Juan José Campanella, autores de intachable prestigio internacional, y reconocidos actores como Ricardo Darín, Eduardo Blanco y Federico Luppi. Sus temas preferidos: la vida real y cotidiana, los conflictos sentimentales de personajes fácilmente identificables, los obstáculos y adversidades que sufren los individuos ante un contexto hostil. Sin duda, contar historias creíbles, cercanas y de carácter universal ha causado esa empatía del público español hacia la cinematografía argentina.
Pero ahora nos encontramos con el cuarto film de Marcos Carnevale, considerado un director menor comparado con los mencionados anteriormente, dada sus preferencias por un cine plastificado y folletinesco, alejado de la veracidad y credibilidad de otras producciones. Tocar el cielo, coproducción hispano-argentina, es una película coral cuyos personajes buscan una felicidad que se les escapa, habitando un universo lleno de silencios, resquemores y traumas no superados. Carnevale pretende abordar tantos temas —las malas relaciones paterno-filiales, la muerte de un ser querido, la adopción ilegal, la asunción de la paternidad, etc— que en numerosas ocasiones es incapaz de dar un sentido coherente y global al film, sin duda por un guión demasiado desordenado y con tendencia al sentimentalismo gratuito. No obstante, la participación de buenos actores, como Chete Lera y Betiana Blum, no pasa desapercibido. Se deja ver.
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