CARLES BOSH, DIRECTOR DE “SEPTIEMBRES”

«DEBERÍA EXISTIR EL DERECHO A UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD»
Tras el indiscutible éxito de Balseros (2002), un emotivo documental sobre el fenómeno de la inmigración cubana a Estados Unidos, por el que obtuvo el Premio Turia al Mejor Documental en su XII edición y le valió la nominación al Oscar en la misma categoría, el realizador y guionista de televisión (TV3) Carles Bosch se sumerge de nuevo en un género que conoce como pocos para contarnos en Septiembres las anónimas vidas de un grupo de reclusos, en un intento sincero de mostrar con absoluta naturalidad la realidad de miles de personas privadas de libertad en las cárceles españolas. Un microcosmos, alejado de los tópicos, dotado de humanidad, esperanza y amor. El film estuvo en el pasado Festival de Málaga, donde obtuvo una Mención Especial del Jurado.
Lo primero que llama la atención al espectador es la humanidad con que retratas a los protagonistas.
Cuando empecé a dar forma al proyecto me di cuenta que debía partir desde cero porque la imagen de los presos en España está viciada de tópicos y la gente desconoce el mundo carcelario. Así que quise empezar demostrando que los reclusos son seres humanos, que sienten, sueñan, desean y aman. Además, algo que se suele olvidar, son personas con los mismos derechos que tú y que yo, únicamente se les ha desprovisto de libertad de movimiento. Esto está recogido en la Constitución Española. Evidentemente esa privación condiciona o limita otros derechos, pero en teoría todos los demás derechos se les reconocen. Se trata, en definitiva, de otorgar dignidad a este colectivo de personas que únicamente cometieron un error en el pasado y están pagando por ello.
Septiembres apuesta claramente por la reinserción, una visión muy progresista del castigo carcelario.
El otro día se me ocurrió la concepción de la cárcel como «rampa de lanzamiento», algo sumamente interesante y contrario a la idea reaccionaria de la cárcel como venganza o castigo. Hoy por hoy en la prisión entra mucha gente que son fracasados de la vida, por culpa de ellos pero también por culpa de la sociedad. En una proporción nada desdeñable, dentro de la cárcel asumen sus errores y aprenden la lección, les sirve para verse en perspectiva y tomar otro rumbo. Es, en ese momento, cuando el castigo ya deja de tener sentido y se les debería dar una segunda oportunidad. Debería existir el derecho a una segunda oportunidad. Evidentemente hay casos y casos, pero en general la cárcel debería ser un centro diseñado para ayudarles a superar su fracaso como personas y prepararles para vivir en libertad. Soy bastante crítico con la legislación penal de este país pues considero que los castigos son excesivamente largos y sin posibilidad de reducción de condena, a veces incluso consiguen el efecto contrario. No reinsertan al reo, lo embrutecen con tantos años de cárcel. Una venganza, no la solución, que lo único que consigue es crear en la persona un sentimiento de abandono, un resentimiento hacia la sociedad que no lo prepara para su puesta en libertad.
¿Qué piensa de tus opiniones Instituciones Penitenciarias?
Pues, aunque no te lo creas, la semana pasada (martes 11) presenté la película en una cárcel madrileña, y conocí personalmente a la directora general de Instituciones Penitenciarias. Su opinión está en sintonía con la mía. El problema no es si Instituciones Penitenciaras está preparada para cambiar la concepción de la prisión como venganza, sino si la sociedad española se lo permite. Tengo que decir, en defensa de esta institución, que he conocido a funcionarios de prisiones maravillosos este año, aunque también he conocido gente de la vieja escuela.
¿Por qué no salen en el documental los funcionarios de prisiones de las cárceles donde grabaste?
No aparecen identificados por una simple cuestión de seguridad. En España, los terroristas de ETA y las mafias han convertido a los funcionarios de prisiones en objetivo terrorista. Pero debería decir que sí que salen porque están presentes: se puede ver sus manos, sus pies, sus sombras. Quería dejar constancia que todo lo que hacen los presos está vigilado, salvo en los momentos más íntimos. De todas maneras, Septiembres se centra más en los reclusos que en sus educadores. Concedo todo el protagonismo a los privados de libertad.
¿Qué te atrajo de los protagonistas para elegir sus historias?
Simplemente que el espectador podía sentirse identificado con ellos. Me atrajo su anonimato, que no se trataba de casos excepcionales que hubieran desvirtuado el documental y lo hubieran convertido en otra cosa. No elegí a los protagonistas, ellos me eligieron a mí. Me explico: son los que se presentaron en el Festival de la Canción de la Prisión de Soto del Real, en Madrid, que se celebra en septiembre todos los años. Yo les propuse seguir sus vidas y ellos aceptaron. Sin ellos no hubiera sido posible la película. Lo más importante es que aunque se declaren culpables, en cuanto les comienzas a ver como personas les estás deseando mejor suerte. Ese es el mensaje que quiero lanzar al espectador.
¿Crees que el amor puede reinsertar a una persona en la sociedad?
Estoy seguro de ello. Hay un caso muy claro en el documental. Me tacharás de poco romántico, pero siempre he pensado que el amor es coyuntural, por ejemplo existen muchas parejas que surgen dentro de la cárcel y cuando uno de los dos sale se rompen. Pero también hay casos de amor duradero dentro y fuera de la cárcel. No despreciaría el poder del amor de hacer mejor a las personas.
Según tu experiencia, ¿cómo caracterizarías al género documental, comparándolo con los demás géneros cinematográficos?
Aunque se piense lo contrario, es el género menos predeterminado por convencionalismos, reglamentaciones y normas preestablecidas. Es el único género cuyo guión no se escribe antes de la grabación de imágenes, o por lo menos un buen documentalista no debería plantearse a priori aquello que va a registrar con la cámara, a no ser que se quiera mostrar intencionadamente una realidad adecuada a conveniencia. No olvidemos que se puede dar sensación de documental a algo que es ficción. Suele pensarse, erróneamente, que porque el documental registra la realidad no hay espacio para la creatividad, pero es precisamente su adhesión a la actualidad o a los hechos históricos objetivos lo que hace que exija más originalidad en la presentación de sus contenidos. En definitiva, el documental es un ser vivo, más autónomo que otros géneros, en el sentido de que te puede enseñar cosas que ni sospechabas como autor del mismo o puede cambiar tus impresiones de aquello que registras.
Las fronteras entre el periodismo y el cine documental son muy etéreas, casi se confunden. ¿Qué te consideras más periodista o cineasta?
Existen territorios comunes que comparten ambos medios de comunicación social. El periodismo usa el documental como un género más de expresión y el cine usa el formato periodístico para expresarse. ¿Cuál predomina en según qué casos? Pues depende. Es una discusión estéril porque no hay solución objetiva, como el sexo de los ángeles. Para algunos el periodismo tiene menos prestigio porque no implica creatividad, pero eso es falso. Otros consideran que el género documental es el menos creativo del lenguaje cinematográfico, y eso también es falso. Yo me considero periodista y cineasta por igual. Vivo económicamente del periodismo y se me reconoce mayoritariamente por mi faceta de director de cine.
El género documental está en auge, a tenor de los títulos que se han estrenado estos últimos años. ¿Crees que es coyuntural, una simple moda?
La situación del género documental es paradójica. Por una parte es cierto que se están realizando los mejores y más variados documentales en España, pero por otro es un género infravalorado por productores, distribuidores y público en general. Es decir, habiendo buen cine documental no se apuesta por él. A excepción de Michael Moore nadie vive haciendo documentales en formato cine. Yo trabajo para TV3 en «30 minuts». Si no, me hubiera muerto de hambre con Balseros. Y eso que fue premiada en numerosos festivales y tuve una nominación al Oscar. Abramos los ojos y seamos concientes de la precariedad de este género. No da dinero. Ni los productores invierten, ni los distribuidores exhiben ni el público acude a ver documentales. Así nos va.
Pau Vanaclocha
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