(1) TRANSFORMERS, de Michael Bay.

ODA A LA ROBÓTICA
Los que acabamos de entrar en la treintena recordamos, no sin cierta nostalgia, una serie de dibujos animados de los años 80 protagonizada por gigantescos robots que poseían la capacidad de transformarse en objetos, léase coches, camiones, aviones, tanques, helicópteros… ¡incluso dinosaurios! La serie no era nada del otro mundo, de hecho tanto el dibujo como la historia, así como los personajes, eran bastante cutres. El argumento no podía ser más endeble, pues todo giraba en torno al eterno enfrentamiento entre dos bandas rivales, los Autobots y los Decepticons, pero a los niños y adolescentes de entonces nos fascinaban sus increíbles aventuras tanto en la Tierra, junto a personajes humanos, como en el espacio profundo.
Michael Bay, uno de los principales exponentes del cine-espectáculo de Hollywood –Armageddon (1998), Pearl Harbor (2000)–, ha actualizado la serie y la ha trasladado al cine siendo fiel a los parámetros estéticos y narrativos a los que nos tiene acostumbrado, esto es, un cine de amplio formato, efectista hasta el extremo, adicto a la acción, maniqueísta en sus conceptos –fácilmente asimilable para el gran público, pues generalmente se limita al tan manido “bien contra el mal” o alguna catástrofe planetaria– y comercial en su sentido más abstracto.
Transformers, por tanto, se limita a cumplir con su función principal, el mero entretenimiento, desprovisto de cualquier intencionalidad artística o reflexiva, sirviendo además de plataforma publicitaria para su posterior explotación en vídeo –la película es carne de Blockbuster– y su ya anunciado videojuego. Lo único que destaca, y es en parte por eso que el cine USA es el hegemónico en este mundo globalizado, es el grado de desarrollo de la animación digital y recreación en 3-D, alcanzando cotas de realismo insospechados hasta hace pocos años.
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