(3) KEANE, de Lodge H. Kerrigan.

ESQUIZOFRENIA
El tercer largometraje de Lodge H. Kerrigan (Nueva York, 1964) recibió los premios de la Crítica y del Jurado en el festival de Deauville, y es un relato de estructura circular en el que principio y final se dan la mano con un significado abierto a diversas interpretaciones, con la dificultad de distinguir lo que sucede realmente de lo que sólo es el delirio del protagonista William Keane.
Producida por Steven Soderbergh, Keane es heredera del cine independiente USA de los años 60, la llamada Escuela de Nueva York formada por cineastas como Cassavetes, los hermanos Mekas, Clarke, Rogosin, Meyers, etc., que se enfrentaron, con gran libertad creadora, al convencional cine de Hollywood mediante productos de gran autenticidad pero de escasos recursos económicos y limitada difusión comercial. Se le bautizó también como cine underground por retratar a tipos corrientes en ambientes marginales, gente perdedora con trabajos de mera subsistencia, observados por una cámara utilizada de modo funcional y sin pretensiones esteticistas.
Keane, rodada con cámara a mano para reflejar el universo inestable tanto física como emocionalmente de un esquizofrénico, es un relato duro y sin concesiones que realiza un acertado retrato del protagonista, afectado por una enfermedad mental perceptible en sus tics y gestos repetitivos, en sus ¡deas obsesivas y periódicas alucinaciones, así como en su incapacidad para captar la realidad exterior y evaluarla con criterios morales. La América de los fracasados, con gente solitaria y en paro, heridos psicológicamente por fracasos amorosos, vagabundos que recorren el país huyendo de sí mismos con la sola compañía del alcohol y las drogas, provocan en el espectador una inquietud que acentúa su inseguridad, la angustia ante lo desconocido, ante la locura de un hombre que se esfuerza en alcanzar la normalidad pero que constituye un enigma para todos.
Una interesante película que penetra en el lado oscuro de la mente y en la que las estaciones de autobuses se convierten en espacios alegóricos que, con su agitada confusión y cruce de destinos, materializan el drama real o imaginario de ese padre psicótico que busca a una hija desaparecida. Una historia inquietante que transita los caminos del terror psicológico antes que los más confortables del melodrama sentimental o la falsa poesía existencialista.
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