(1) I LOVE MIAMI, de Alejandro G. Padilla.

PARODIA CASTRISTA
El mayor peligro de la parodia radica en exagerar hasta el paroxismo el objeto de crítica llegando a un punto en el que no se cumple su finalidad, que es poner en cuestión la legitimidad de lo criticado y mofarse de aquello que en su contexto real no es divertido, convirtiéndolo en un mero guiñol sin fundamento. Pero añadiría también otro defecto: simplificar la realidad eliminando cualquier matización, con lo que el film corre el riesgo de diluir entre gags y diálogos intrascendentes los argumentos de la crítica. I love Miami, del debutante mexicano Alejandro G. Padilla, cae irremediablemente en lo comentado, a pesar del tratamiento naturalista que posee esta comedia que parte de una situación difícilmente posible, como es que Fidel Castro, tras sufrir un atentado, llegue como un balsero más a las costas de Florida.
Pese a la labor encomiable de un Juan Luis Galiardo desatado, interpretando al líder cubano en una memorable imitación, el film transforma al personaje en una especie de abuelo gruñón pero simpático, ladrón en sus ratos libres, que tras vivir un tiempo entre cubanos exiliados llega a comprender el sufrimiento que ha causado su política “revolucionaria”. Intentando humanizar al sujeto parodiado, lo han desvirtuado totalmente. De la misma manera, el exilio cubano parece una plácida y feliz comunidad carente de conflictos, sin problemas de integración en Estados Unidos, sin problemas económicos, que se dedica a planear conspiraciones contra el régimen cubano. I love Miami pierde, por tanto, la oportunidad de mostrarnos realmente cómo viven los cubanos en Miami, no la minoría que he hecho fortuna y financia a la oposición, sino los miles y miles de balseros que cada año arriesgan sus vida y dejan a sus familias en la isla para alcanzar la libertad y prosperar económicamente. ¿Dónde queda la crítica contra el régimen comunista? Se menciona tangencialmente a los presos políticos, a la persecución de los homosexuales, la falta de libertades… pero mientras tanto, los personajes están haciendo el amor, bailando salsa, o ganando dinero en sus prósperos negocios.
En resumen, que la crítica política o la denuncia social son las primeras víctimas de la película. Una excusa para llamar la atención. I love Miami, por el contrario, es una comedia simpática, con algunas pinceladas críticas, pero que desde el principio se inclina hacia lo anecdótico, hacia la inexistencia de conflictos de envergadura, hacia la esquematización de personajes, y es coronada, como no podría ser menos, con un final tan feliz como previsible.
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