(1) DIARIOS DE LA CALLE, de Richard LaGravanese.

PROFESORA CORAJE
Enésimo tratamiento de la figura del joven e idealista profesor/a que con insistencia y una infinita bondad logra convertir una clase conflictiva de un colegio de un barrio pobre en un ejemplo modélico de comportamiento cívico e integración social, esta vez basado en un hecho real.
Existen, no obstante, algunas pinceladas de crítica política a tener en cuenta, ya que aun insistiendo en los estereotipos y en la visión decadente de los jóvenes estadounidenses de Mentes peligrosas (1995), Diarios de la calle aporta por fin, siempre bajo un prisma de ingenuidad y efectismo, una mirada nada complaciente del sistema educativo de Estados Unidos, donde ya no se culpa sólo a los chicos corrompidos por el ambiente marginal –una realidad cotidiana saturada de violencia racial, tráfico de drogas y delitos de sangre–, sino a la escasez de recursos que se destinan a los centros educativos, a la falta de estímulos culturales que se les ofrece a los alumnos y a las nulas perspectivas de progreso individual que posee una parte de los jóvenes de aquel país, en su mayoría pertenecientes a minorías étnicas –hispanos, afroamericanos, asiáticos–.
Diarios de la calle logra profundizar, por tanto, donde otras producciones no alcanzan, resultando un drama sólido y sincero, pero que no evita abundantes dosis de sentimentalismo lacrimógeno y un final gratificante que no ayudan en consolidar su vertiente crítica, diluyendo la crónica social y derivando en una tópica y típica historia de superación personal y colectiva.
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