(3) EL BUEN ALEMÁN, de Steven Soderbergh.

BERLÍN, 1945
La utilización del star-system (George Clooney y Cate Blanchet) es sólo una de las caras de este film poliédrico, adaptación de la novela de Joseph Kanon convertida en guión por Paul Attanasio. Ambientada en el Berlín de posguerra, cuando en la Conferencia de Postdam los aliados vencedores se reunieron para repartirse los despojos de Europa, la película utiliza la técnica y la estética del cine negro años 40: foto en blanco y negro, transiciones mediante cortinillas, iluminación muy contrastrada, interpretación más expresiva que introspectiva, música algo grandilocuente, rodaje en decorados de estudio… Soderbergh parece así contradecir en parte a quienes sagazmente constataron que los films reflejan mucho mejor las circunstancias del momento de su rodaje que la verdad de la época evocada por los argumentos, personajes o conflictos.
Otro aspecto a destacar es la ausencia de buenos y malos de una pieza: la corrupción era generalizada; la mentira y la delación todo lo invadía; la culpa del nazismo fue colectiva, de todo un pueblo, sea por acción o por omisión. Sobrevivir a aquel infierno significaba haber tenido que prostituirse o convertirse en asesino. Se olvidaron los crímenes de guerra por razones de Estado. Se reclutaron o secuestraron a científicos hitlerianos para utilizarlos, ya rehabilitados, en la Guerra Fría. No interesaba la verdad sino el olvido.
Pese al abundante empleo de materiales de archivo y a los explícitos homenajes a títulos emblemáticos -como Casablanca o El tercer hombre– El buen alemán es una constatación del cinismo y de la ambigüedad moral vigentes en un momento histórico que enlaza con el muestro por la crisis de valores tradicionales y por el relativismo del “todo vale” para alcanzar el éxito. La película es, en este sentido, paradójica: fiel a las formas narrativas de los años 40 pero muy crítica con el pasado, con una relectura más rigurosa de la Historia y, además, revisionista del discurso fílmico clásico, el dominante pese a estar atenazado por una férrea censura que edulcoraba la violencia y que hacía sexualmente asépticas las más turbulentas pasiones.
Se trata de un relato complejo que toma de la posguerra europea personajes y un contexto pero cuya mirada nos remite a conceptos éticos y a ciertas prácticas artísticas de mayor modernidad. Por esa razón el film se estructura como una sucesión de bloques narrativos determinados por los diferentes puntos de vista de sus protagonistas, multiplicando así sus dotes de intriga y certificando el ocaso de los sentimientos. El buen alemán nos habla también de los sueños rotos, de un pasado idealista y romántico transformado en un mundo lleno de traiciones y de hipocresía. Del reinado de la inmoralidad y de los crímenes impunes.
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