FERNANDO PÉREZ, DIRECTOR DE “MADRIGAL”

“ME PLANTEO CUÁLES SON LOS LÍMITES ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN”
El veterano director cubano Fernando Pérez, conocido por estos lares por sus interesantes películas La vida es silbar (1998) y Suite Habana (2003), regresa a la gran pantalla con una coproducción hispano-cubana totalmente ajena al realismo folklórico naturalista, de corte melodramático, que suele ser habitual en la cinematografía de aquel país. Madrigal nos narra una sufrida historia de amor entre un actor aspirante a escritor y una joven encerrada en su mundo de complejos y secretos, donde no todo es lo que parece y realidad y ficción se entrecruzan hasta el punto de no distinguirlos. Inspirada en el film francés Les grandes manieuvres, del realizador galo René Clair, la película consta de dos partes: una primera, donde se cuenta el romance entre los protagonistas, y una segunda, donde nos adentramos en un cuento futurista, obra de la mente del joven actor.
El film reflexiona sobre la creación artística y la tenue frontera entre realidad y ficción.
Madrigal plantea cómo un creador convierte en materia creativa su vivencia personal. El personaje protagonista tiene una serie de experiencias que posteriormente se convierte en un cuento. Ello me ha llevado a plantearme cuáles son los límites entre la realidad y la ficción. Ambos conceptos se relacionan en la práctica, se influyen constantemente. Esto nos lleva a distinguir entre el ser y el parecer. En Cuba decimos mucho “no todo lo que parece es”. Generalmente, el ser humano se queda en la mera apariencia, por lo que nuestra mirada ejerce una inevitable influencia. Vemos las cosas no como son, sino como somos. Siempre hay una subjetividad en la valoración del otro. Toda esa ambivalencia, esa relatividad de las relaciones, es lo que nos motivó a la hora de realizar la película.
El film posee dos partes bien diferenciadas. ¿Por qué tiene esa estructura?
La película surge de la unión de varias ideas. La primera historia parte, con pequeñas variaciones, de La vida es silbar y la segunda historia es un relato de mi guionista habitual Eduardo del Llano titulado La flecha rota en el carcaj de Eros. Es un cuento original suyo que me había propuesto plasmarlo en un largometraje, pero que tras leerlo no me pareció adecuado adaptarlo al cine. No obstante, lo integré en Madrigal para enfatizar lo que he dicho antes: la realidad y la ficción se interrelacionan. Tanto que a veces no se pueden distinguir.
La parte del cuento muestra un futuro nada esperanzador. De hecho es apocalíptico.
Es una característica del género de ciencia-ficción. La mayoría de obras que hablan del futuro lo describen como un lugar deprimente, inhóspito, oscuro, triste. Donde el ser humano es esclavo y no dueño de su vida. Me he sentido especialmente inspirado en Blade Runner, de Ridley Scott. El presente no es nada esperanzador. Creo que existe en el mundo una fuerza invisible que condiciona la vida de las personas. No somos tan libres como pensamos. Los medios de comunicación, por ejemplo, pueden hacer pasar por verdad lo que es una mentira. ¿Te acuerdas de la supuesta existencia de arsenal atómico en Iraq, excusa para iniciar una cruenta e injusta guerra?
Tu anterior film, Suite Habana, tuvo un éxito enorme de crítica y de público.
Fue una experiencia inolvidable pues me planteé realizar un documental sobre el día a día en la isla pero distanciándome del típico documental académico. Lo enfoqué más por el lado de las emociones y de los sentidos. Quise mostrar la vida cotidiana de un grupo de cubanos a través de lo que captaban los sentidos. Recuerdo que en Cuba también tuvo un éxito sorprendente.
Pau Vanaclocha
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