(3) SHORTBUS, de John Cameron Mitchell.

COMEDIA ANARCO-SEXUAL
Situado en las antípodas del cine comercial USA, la filmografía del director y guionista John Cameron Mitchell llama la atención por ser rabiosamente independiente y provocador. Y no sólo por mostrar de forma explícita imágenes sexuales, que no sería novedoso —existen ejemplos de cine “de autor” que traspasan la frontera de lo pornográfico, desde la clásica El imperio de los sentidos (1976), de Nagisa Oshima, a las más actuales Romance X (1999) de Catherine Breillat o Fóllame (2000) de Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi—, sino también por el osado tratamiento de temas considerados tabús o incómodos por la puritana sociedad norteamericana, como en este caso la vida sexual en todas sus vertientes —la masturbación, la homosexualidad masculina y femenina, el trío, las relaciones orgiásticas, etc.—.
Tras contar la historia de un cantante transexual que lucha por convertirse en estrella en el interesante y moderno musical Hedwig and the angry inch (2001), Cameron Mitchell sigue por el sendero de lo políticamente incorrecto en una agridulce comedia que, a modo de mosaico social, muestra los problemas sexuales y emocionales de un grupo reducido de neoyorquinos insatisfechos. De fondo, una seria y profunda reflexión sobre la crisis de la pareja, la dependencia emocional, la represión sexual y los traumas no superados que afectan las relaciones presentes.
Shortbus despliega, con sentido del humor y no poca ironía, las frustraciones de gente corriente —una consejera sexual que no ha tenido nunca un orgasmo, una dominadora que jamás ha tenido una relación estable, una pareja gay que enriquece su vida sexual con un tercero— en escenas tremendamente divertidas pero cargadas de dramatismo. Estos personajes se reúnen en un local de encuentros promiscuos, un espacio de amor y sexo libertino que da nombre al film y que simboliza la liberación total, un oasis anarco-sexual, frente a la mojigatería creciente del resto de la sociedad. Un lugar, tratado en el cine porno —me recordaba a la interesante Tras la puerta verde (1972), de los hermanos Mitchell—, que funciona como instrumento de autoconocimiento, afirmación y superación del aislamiento.
Sin llegar a ser un film X —su finalidad no es excitar sexualmente al público sino transgredir la moral conservadora—, su principal valor es que explora el sexo en un contexto divertido y reflexivo a la vez, huyendo de esa visión perversa de la sexualidad que la oculta como algo sucio y pecaminoso, más al contrario, en esta interesante película es fuente de felicidad y satisfacción. Sin prejuicios ni moralismo barato, Shortbus propone acercarnos al sexo sin miedo, pues como denuncia el propio director, “en la cultura estadounidense, el miedo al sexo o a cualquier relación sustancial lleva a la infelicidad, a la violencia, al conflicto”.
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