(3) OFFSIDE, de Jafar Panahi.

FÚTBOL Y LIBERTAD
Qué duda cabe que la necesidad agudiza el ingenio. El cine iraní, sometido al férreo control del régimen de los ayatollah, se ha convertido sutilmente –burlando la censura mediante argumentos aparentemente apolíticos, inteligentes diálogos cargados de fina ironía y una narración que combina la poesía y el naturalismo cotidiano– en portavoz de los impulsos modernizadores que exigen libertades y derechos en un país donde, en nombre de la religión islámica, se somete a los ciudadanos bajo una rígida moral y se impide cualquier iniciativa que vaya en contra de arbitrarias normas de conducta. Abbas Kiarostami, Bahram Beyzai, Mohsen Majmatbaf, Amir Naderi, junto con Jafar Panahi son, fundamentalmente, los principales exponentes de ese cine honesto, cercano y emotivo que, a medio camino entre el neorrealismo italiano y la nueva ola francesa, aborda con escasez de medios y con un discurso carente de adornos estilísticos, la realidad de una sociedad que sufre evidentes contradicciones internas.
Offside, el último film de Jafar Panahi, es un ejemplo de ello, una pequeña joya cinematográfica como El globo blanco (1995), su opera prima ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes, El espejo (1997), ganadora del Leopardo de Oro del Festival de Locarno, y la también premiada El círculo (2000), un excelente testimonio social que denunciaba la difícil situación de la mujer iraní. Rodado con un tono cercano al documental e interpretado por actores no profesionales –que le proporciona una mayor sensación de realismo–, Offside parte de una anécdota mínima para realizar una radiografía del Irán actual en materia de (des)igualdad social: la limitación de los derechos civiles de las mujeres y la mentalidad que las recluye al ámbito del hogar sin posibilidad de progresar por ellas mismas. Pero, y esto es quizá lo más destacable, suavizado bajo la forma de una intrascendente comedia, aparentemente de brocha gorda –personajes esquemáticos, conflictos sin consecuencias, ausencia de crítica explícita– pero que esconde bajo la epidermis toda una declaración de intenciones: la defensa de la libertad individual.
¿Cómo habrá superado la censura? Gracias al tema que trata, aunque sólo en apariencia: un partido de fútbol, el deporte rey no sólo en Europa sino en el mundo entero, como una eficaz válvula de escape de las emociones colectivas. Un partido de fútbol, insisto, que permitió a Irán participar en el pasado Mundial de Alemania, es el contexto en el que se mueven las jóvenes protagonistas, mostradas como motor de cambio social y sujetos de insumisión, porque con asombrosa valentía –y lógica aplastante– osan cuestionar el orden masculino basado en leyes injustas y prejuicios religiosos.
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