(2) LAS MANTENIDAS SIN SUEÑOS, de Vera Fogwill y Martín Desalvo.

ESPERPÉNTICO MELODRAMA ARGENTINO
Debut en el largometraje de los bonaerenses treintañeros Vera Fogwill y Martín Desalvo, que han dirigido un film de lectura nada convencional: su aspecto de folletín latino, con frases rotundas y solemnes, sobre la infelicidad, es tan sólo la cara eterna, el referente argumental, de un humor soterrado que emerge con formas expresivas propias del esperpento. El desgarro interior propio de la situaciones dramáticas se estiliza y aparece la tragecia enriquecida por el sarcasmo mientras el mundo parece hundirse arrastrando a los personajes.
En una Argentina víctima de la depresión y el paro, con una clase media venida a menos, las “mantenidas” son las amas de casa sin autonomía económica, dependientes de los hombres. La película, pues, retrata en exclusiva un mundo femenino que hace aguas: joven madre adicta a la cocaína, hija pequeña de una rebeldía precoz, familiares y vecinas conforman un microcosmos humano en el que la solidaridad apenas es suficiente para sobrevivir y hacer frente con éxito a la falta de vivienda y de trabajo, al embarazo, la maternidad o la primera menstruación.
Galardonada con multitud de premios en diversos festivales, la película es también un pequeño manifiesto de anarquismo vital, con la familia atípica, la ociosidad y el vivir fuera del sistema, con profusión de citas psicoanalíticas que confieren al relato una inteligente dimensión irónica. Hay además en ella un reflejo de los conflictos generacionales, centrados especialmente en una relación materno-filial cuyos avatares y enfrentamientos sirven las exigencias del melodrama pero con un distanciamiento que nunca permite la identificación del espectador con los protagonistas.
Su método narrativo ya lo inventaron posiblemente Marco Ferreri y Rafael Azcona en El pisito (1958) y llamaron “humor negro” a un fecundo estilo expresivo que recorre el camino que va del naturalismo a la tragicomedia para desembocar en el esperpento.
Las mantenidas sin sueños -ejemplo de cine independiente rodado con escaso presupuesto y que tuvo problemas financieros a causa del embargo de la cinta por la insolvencia de su coproductor francés- ha sido estrenada con cierto retraso y no sería difícil rastrear en ella la huella del teatro de Chejov o del cine de Bresson: la vida cotidiana como rutina, como monótono fluirm con una aparente normalidad que encubre mil pequeños dramas personales. Esta es la esencia del relato posmoderno, alejado de todo afán moralizante. El problema reside en su cansina progresión narrativa y en el estancamiento de unas situaciones que pueden poner a prueba la escasa paciencia del público más acomodaticio.
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