(1) RECORTES DE MI VIDA, de Ryan Murphy.

FALSAMENTE PROVOCADORA
Las familias desestructuradas se han convertido de un tiempo a esta parte en un subgénero dentro de la comedia dramático o drama cómico –tanto monta, monta tanto– procedentes del otro lado del Atlántico. No son pocos los títulos que nos llegan que se cuestionan la institución familiar y el matrimonio, pero con resultados muy dispares. Así, American Beauty inició esta tendencia a mostrar la parte más oscura y conflictiva de las relaciones familiares, pero le siguió, por ejemplo, la interesante Una historia del Brooklyn, que realizaba una disección seria y rigurosa del divorcio, si bien bajo el prisma del humor, de un matrimonio fallido y mostraba sus consecuencias en la estabilidad familiar. Una agradable sorpresa supuso Pequeña Miss Sunshine, una divertidísima comedia que criticaba, con ironía y sarcasmo, la familia media americana.
Recortes de mi vida, adaptación de las memorias de Augusten Burroughs, profundiza en la crisis familiar pero fracasa por el tratamiento superficial y provocador de la dura infancia del escritor, que sobrevivió a una familia rota formada por un padre alcohólico y una madre psicótica. La película es una mera sucesión de situaciones de gran dramatismo pero sumamente hilarantes que explota de forma sensacionalista el universo de autoayuda y desequilibrio que se crea alrededor del protagonista, ofreciendo una galería de personajes cada cual más esperpéntico. El problema, pues, es que exagera demasiado: todos los personajes son unos fracasados emocionales, unos auténticos frikis y, narrativamente, el film no avanza y se antoja repetitiva en sus planteamientos, por otra parte vacíos de contenido. No convence.
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