(3) LUCES AL ATARDECER, de Aki Kaurismäki.

AMOR FATAL
Presentada en el pasado Festival de Cannes y aspirante a los Oscar a la mejor película extranjera, Luces al atardecer es la tercera entrega de la llamada “Trilogía del perdedor”, completada por Nubes pasajeras y por Un hombre sin pasado, mediante las que el realizador finlandés ha abordado, respectivamente, los temas de la soledad, el paro y la falta de vivienda. Con la colaboración de su habitual Timo Salminen en la fotografía, Aki ha asumido esta vez la condición de autor total, responsabilizándose de la producción, el guión, la dirección y el montaje. El resultado es un relato minimalista, bressoniano, en el que la austeridad de medios expresivos utilizados no impide el logro de un enorme rigor narrativo gracias a un lenguaje fílmico absolutamente funcional, con imágenes y diálogos cuya sobriedad hace exclusión de todo atisbo de retórica o de sentimentalismo.
Este relato, sintetizado en 80 minutos, de neto carácter urbano, se abre y se cierra con sendos tangos de Carlos Gardel y narra las desventuras de un guardia de seguridad nocturno que es traicionado por la mujer de la que se enamora y que cae víctima de unos mafiosos que se aprovechan de su bondad para delinquir impunemente. Una vez más en Kaurismäki, el desamparo afectivo, la tristeza y la frustración en una sociedad tan opulenta como hostil para el ser humano, sin que en esta ocasión el patetismo dominante haya sido atemperado por ese humor sutil, subterráneo, que suele utilizar el cineasta en otras ocasiones.
Un film tan frío como entrañable, tan despojado como preciso, en el que la mujer fatal, la perdición de los hombres es el elemento desencadenante del drama: el hundimiento del hombre honrado que choca contra un entorno indiferente, cuando no violento, que le hace perder trabajo, afectos y libertad.
Luces al atardecer es también un cuento moral, en clave de realismo cotidiano, protagonizado por un antihéroe que es finalmente recompensado con un rayo de esperanza.
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