(2) LA MASAI BLANCA, de Hermine Huntgeburgth.

CHOQUE DE CULTURAS
Quien lea la sinopsis de este film pensará, inevitablemente, que se trata de una vuelta de tuerca de la típica y tópica historia de amor propia de las novelas románticas actuales. Y el hecho de estar basado en el bestseller autobiográfico de Corinne Hoffmann —como si eso le diera mayor credibilidad— refuerza esta afirmación.
Así pues, que una mujer occidental se enamore de un guerrero masai durante sus vacaciones en Kenia y abandone a su pareja, a su familia, su trabajo y sus propiedades para vivir con su amante en la calurosa e inhóspita sabana africana, dejando atrás todas las comodidades de la civilización, parece cuanto menos un disparate. Pero superando los convencionalismos de este género que enfatiza al extremo las pasiones amorosas y las enfrenta a obstáculos casi insalvables, La masai blanca recoge, con honestidad antropológica, un acertado ejemplo de choque de culturas y una nada complaciente visión de la situación política, económica y social de los países del continente africano, especialmente los subsaharianos.
Por una parte, observamos atónitos las dificultades por las que atraviesa la pareja ante las costumbres y tradiciones machistas asumidas por las propias mujeres africanas, y que las convierte en meros objetos propiedad del hombre, como el hecho de no poder mirar directamente a los ojos a los desconocidos, la actitud sumisa que las aparta de la vida social y las recluye en el ámbito del hogar, la práctica de la ablación y la asimilación de una supuesta supremacía masculina. Por otra, comprobamos las penurias y restricciones de una sociedad tercermundista, carente de los servicios públicos mínimos y las infraestructuras necesarias para su desarrollo, y donde florece una mayor corrupción y burocratización.
Un film correctamente realizado y entretenido, cuyas mayores virtudes son la ausencia de la clásica mirada paternalista occidental —la colonización es un proceso histórico todavía reciente—, el respeto por otras culturas —la realizadora se abstiene de moralizar sobre lo que aparece en las imágenes— y el osado tratamiento de los temas más polémicos.
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