(3) EL PERFUME: HISTORIA DE UN ASESINO, de Tom Tykwer.

EL OLOR DE LA MUERTE
Alejada conscientemente de las pautas del cine puramente comercial, la adaptación de la reconocida novela del escritor alemán Patrick Süskind es una grata sorpresa dentro del actual panorama cinematográfico. Tom Tykwer consigue, gracias a una excelente ambientación y un minucioso gusto por el detalle en la puesta en escena –alcanzando unas cotas de hiperrealismo sobrecogedoras–, no sólo recrear con bastante fidelidad la famosa obra literaria, sino llevar al discurso audiovisual esta dura, áspera y en ocasiones desagradable historia de un asesino patológico que, en la Francia pre-revolucionaria, mató a una docena de hermosas jóvenes con la intención de destilar su esencia para obtener el mejor perfume del mundo con el que dominar el corazón del ser humano. El perfume: Historia de un asesino supera, por tanto, el mero melodrama de época para describir con soltura e intensidad la figura de un psicópata bendecido –o todo lo contrario– por un olfato extraordinario. Un oscuro thriller con ciertas resonancias expresionistas que supone una interpretación personal del citado best seller. Trasladar ese universo de sensaciones olfativas y reproducir los turbulentos pensamientos y emociones del protagonista a la gran pantalla no es nada fácil, y mucho menos a partir de la fuente literaria de la que procede, pero Tykwer lo logra aprovechando las habilidades del lenguaje para describir algo tan abstracto como el olor o la mente desquiciada de un asesino.
Su carácter de superproducción europea de calidad viene reforzado por el riguroso análisis de la sociedad estamental heredera de la época feudal y su crítica, no exenta de ironía, de la clase aristocrática frente a la miseria y el sufrimiento de las clases más bajas, lo que recordaría, en algunos tramos del film –especialmente al principio, cuando se narra la precaria infancia del protagonista–, al universo dickensiano. Pero también por el tono fantástico que adquiere el relato en su última parte, derivando en una especie de realismo mágico mostrado con una sensibilidad y una belleza tremendamente sugerentes, acompañado de una banda sonora embriagadora.
Más discutible resulta el tratamiento del personaje en la película, pues mientras que la novela describe a Jean-Baptiste Grenouille como un hombre mezquino, manipulador, físicamente grotesco y de rostro curtido por su paupérrima trayectoria vital, en definitiva un monstruo carente de humanidad, en el film su figura está tratada desde una óptica romántica que le convierte en un anti-héroe seductor y empático, un delicado artista y un villano extravagante, con el que el público puede identificarse fácilmente.
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