(2) NUNCA DIGAS NUNCA, de Éric Civanyan.

ENTRE EL AMOR Y EL DINERO
Esta libre adaptación de una pieza escénica de Alfred de Musset es el tercer largometraje de un hombre de formación teatral, Éric Civanyan, que parece más atraído por las sutilezas literarias del cine francés de qualité que por el realismo aportado por las innovadoras narrativas de la “Nueva Ola” de los 60. Aun así, hay al menos una ligera contextualización del relato, ambientado en el París de 1830, el de la revolución de julio, entre la abdicación y huida del ultraconservador Carlos X y la coronación del liberal Luis Felipe de Orleáns.
Protagonista del film es el rico mercader Van Buck, encarnado por Gérard Jugnot, cuyos oficios celestinescos sirven de enlace entre su sobrino el joven libertino Valentín y la baronesa Cecile, una muchacha tan bella como astuta en el arte de la seducción. Nunca digas nunca es, no obstante, una típica comedia de enredo que ha sido modernizada con una serie de picardías propias del vodevil y con unos diálogos tan ágiles como ingeniosos. Pero se trata de la consabida guerra de sexos, la de la juvenil pareja, con las cartas marcadas, más próxima a las convenciones del género rosa que a las angustias existenciales del primer romanticismo, en un momento histórico de transición a caballo entre el fulgor menguante de los títulos nobiliarios y el brillo del dinero de una burguesía ascendente, entre el triunfo de los sentimientos eternos y el escéptico relativismo de quen ya lo ha vivido todo.
Equívocos, apuestas y malentendidos son el sustrato argumental de esta comedia previsible en la que, al menos, queda planteada la duda entre el amor puro y el placer del instante, con un discurso pretendidamente vitalista que no puede evitar, sin embargo, la sensación de constituir un juego tan radiante como lleno de artificio.
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