(2) TODOS LOS HOMBRES DEL REY, de Steven Zaillian.

POLÍTICA Y CORRUPCIÓN
Por su novela Todos los hombres del rey Robert Penn Warren ganó el Premio Pulitzer en 1946. Contaba en ella una historia inspirada en la vida real de Huey P. Long, que alcanzó su cargo de gobernador aprovechando la miseria reinante durante la Gran Depresión de 1929 y que murió asesinado. En 1949, el gran cineasta Robert Rossen hizo una adaptación del libro, algo sintetizada pero muy coherente, que obtuvo tres Oscar y que, con el título de El político, fue estrenada aquí en diciembre de 1973 en el ya legendario cineclub Lumière de Alboraia. El film de Rossen, excelente relato sobre la ascensión y caída de un ambicioso hombre que llega a gobernador de Louisiana (USA), era una acertada mezcla de reportaje social, crónica negra y drama psicológico donde el protagonista, Willie Stark, pasaba del puritanismo a la afición por el alcohol y el sexo mientras su inicial idealismo, no exento de demagogia y mesianismo, tras lograr el poder, se transmuta en inmoralidad y corrupción con la práctica de chantajes y sobornos para seguir manteniéndolo.
Pero lo que en Rossen era un contundente alegato, una denuncia perfectamente generalizable contra los métodos populistas orientados a captar los votos de los ciudadanos más indefensos, pobres e incultos, en este tercer largometraje de Zaillian se convierte en un discurso más individualista y difuso como consecuencia de un guión más extenso y detallado pero excesivamente confuso y superficial.
Los valores de la novela original, más vigentes que nunca, son tan relevantes que todavía se pueden apreciar en esta nueva versión la fuerza y el acierto de la narración en primera persona del periodista Jack Burden, los trucos demagógicos de la oratoria electoral del político para seducir a su auditorio, el saqueo de los fondos públicos, su necesidad de aferrarse al poder con métodos gangsteriles y la degradación progresiva, el “todo vale” de quien olvida sus principios tras el contacto con el mando y el dinero.
Todos los hombres del rey, con su reparto amplio y cuajado de famosos intérpretes, deja sin embargo una triste sensación de ser un proyecto tan ambicioso como fallido, tan importante como parcialmente equivocado, con un Sean Penn que sobreactúa y con un periodista cuyo relevante papel testimonial va diluyéndose pese a su asumida condición de mercenario. Se ha olvidado también de subrayar adecuadamente el contexto en una película que resulta por todo ello más efectista que profunda y más sensacionalista que rigurosa.
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