(1) UN BUEN AÑO, de Ridley Scott.

UN CAMBIO DRÁSTICO DE VIDA
Mucho ha llovido desde que obras como Los duelistas (1977), Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982) encumbraran al director Ridley Scott como el realizador más prometedor e innovador de su generación gracias a la originalidad de sus propuestas —renovando los géneros que trataba, en este caso la aventura, el terror y la ciencia ficción, convirtiendo los citados titulos en clásicos imprescindibles—, a su sólida forma de narrar y a su estética rupturista por el que se le consideró un pionero del cine posmoderno. La trayectoria posterior a sus primeros films no ha podido ser más irregular, alternando películas directamente olvidables con otras con un mínimo de interés.
Un buen año, adaptación de la novela homónima de Peter Mayle, refuerza esta tendencia descendente de su filmografía, pues esta historia de amor localizada en la Provenza francesa protagonizada por un agresivo agente de bolsa inglés que descubre los placeres de la buena vida no puede evitar caer en el mayor de los convencionalismos, incluyendo los tópicos propios de la comedia romántica más edulcorada.
Evidentemente, a Ridley Scott no se le da bien el género cómico, como ha demostrado con su discreta Los impostores (2003) y ahora con esta previsible y condescendiente adaptación cinematográfica. Esta versión masculina de Bajo el sol de la Toscana (2003) carece de cualquier elemento destacable a no ser que contemos con la presencia de un Russell Crowe cambiando de registro, interpretando un personaje cómico —casi patético— que descubre la felicidad alejado del competitivo y estresante mundo laboral del que proviene. Quizá por este motivo no merezca el (0), ya que resulta moderadamente entretenida.
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