(2) YO SOY LA JUANI, de Bigas Luna.

UNA CENICIENTA POSMODERNA
El último film del polifacético y provocador director catalán Bigas Luna rompe definitivamente con el tradicional protagonismo del macho ibérico, una figura ampliamente retratada en sus anteriores películas, para dirigir su mirada al cada vez mayor protagonismo de las mujeres a tenor de los cambios sociales que están transformando los roles y las responsabilidades de ambos sexos en la sociedad actual. En ese sentido, Yo soy la Juani podría considerarse, a medio camino entre el documental dramatizado y el drama social, como una declaración fílmica sobre la mujer actual, quizá un cuento nada amable de la Cenicienta del siglo XXI, dueña de su propio destino que se niega a ser víctima de la violencia machista.
Así, nuestra protagonista es una joven de nuestro tiempo, que habita en la periferia de una gran ciudad y se siente fascinada por los coches tuneados y el hip-hop, cuyo sueño es triunfar como actriz. Para ello, no dudará en dejar atrás los obstáculos afectivos, emancipándose de sus padres y de su novio, para irse a Madrid en busca de fama y reconocimiento. Aunque el director se aleja del discurso triunfalista de las comedias hollywoodienses –la protagonista conoce el fracaso y el rechazo en los numerosos castings a los que acude–, no puede evitar caer en algunos tópicos y convencionalismos ya que, como una “pretty woman” hispana, será seducida por la sociedad de consumo a pesar de las dificultades económicas que sufre.
Lo verdaderamente importante de Yo soy la Juani es, sin duda, el acertado retrato tanto personal como social de una generación de españoles/as que no han vivido ni guerras civiles ni dictaduras feroces. La Juani se convierte aquí en un nuevo icono de la juventud nacida en democracia: una juventud materialista y hedonista, con sus inquietudes, sueños y aspiraciones; que se mueve entre la ingenuidad y la chulería, entre la inexperiencia y las ganas de vivir, entre la inmadurez y la precocidad. Una realidad, por tanto, bien mostrada, con aspiraciones realistas que permite al relato ganar en veracidad y credibilidad. Sin moralismos ni prejuicios. Eso es, en resumen, lo más destacable del film, junto a la convincente interpretación de una desconocida Verónica Echegui.
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