JAVIER REBOLLO, DIRECTOR DE “LO QUE SÉ DE LOLA”

«ADMIRO AL PROTAGONISTA DEL FILM PORQUE SABE DISFRUTAR DE LA SOLEDAD»
El joven realizador madrileño Javier Rebollo, curtido en el mundo del cortometraje —ha dirigido cinco piezas, todas ellas protagonizadas por la actriz Lola Dueñas—, da un salto cuantitativo y cualitativo en su carrera con una interesante ópera prima que narra la vida de un hombre solitario, León, que está fascinado por su vecina, una inmigrante española a la que persigue, admira y sigue hasta La Mancha. Una peculiar historia de amor entre dos personas que sufren la soledad en un París inhóspito y triste, narrado con un estilo muy personal e interpretado por dos grandes actores como son Michäel Abiteboul y su actriz fetiche, Lola Dueñas.
Tu ópera prima explora la soledad del hombre en el mundo contemporáneo pero a la vez narra una intensa y emotiva historia de amor.
Sin duda una de las características de las sociedades modernas es que el individuo esta cada vez más solo. La soledad es quizá lo peor a lo que se enfrenta el ser humano en la actualidad: los valores que paradójicamente más se venden, como son la libertad y el individualismo, junto con la tan comentada crisis de la pareja y que cada vez vivimos más años, hacen que haya cada vez más personas viviendo solas. Por el contrario, el amor se presenta aquí como nexo de unión de dos personajes solitarios y como el mejor antídoto contra sus miedos e inseguridades. Se trata de una historia de gente que se da cuenta de que la forma de vida que lleva puede ser otra. Los protagonistas aprenden a caminar por sí mismos, a enfrentarse a la vida.
El protagonista es un personaje de lo más complejo, aunque representa como nadie la figura del psicótico obsesivo sin llegar a ser peligroso. ¿Un hombre reflejo de los tiempos en que vivimos?
Patológicamente hablando creo que sufre un trastorno de personalidad, que como la gente sabe es una enfermedad psiquiátrica grave, pero está en ese límite que sin perjudicarle en su vida cotidiana es feliz. Yo admiro a León, porque es un tipo que sabe disfrutar de su soledad, no como Dolores, y es alguien que puede estar sentado en una silla mirando los días pasar, que es lo que el hombre moderno no sabe hacer para ser feliz. No me he basado en ninguna fuente en concreto para crear a este personaje, pero sí he recibido ciertas interferencias, como Ignatius Reilly, el delirante protagonista de la novela «La conjura de los necios», que representa a la típica persona que parece tonta pero que en realidad es inteligente. O Charles Bovary, el marido cornudo de la novela cumbre de Gustave Flaubert.
En varios momentos de la narración existe una confusión entre realidad y ensoñación. ¿Es el punto de vista de León o una aportación del director?
Efectivamente, hay muchas imágenes que tienen un componente de ensoñación. Me gusta que las imágenes sean ambiguas. Sin duda para mí es un delirio del protagonista.
Lo que sé de Lola realiza una revisión a la figura del héroe silencioso o anónimo. Una nueva perspectiva de lo que una persona está dispuesta a hacer por ayudar a otra sin pedir nada a cambio.
Este punto de vista contiene lo que yo entiendo que tiene de enfermizo el amor. En toda relación consumada, sexual o romántica, hay una pulsión del fracaso. Es la angustia de después del orgasmo. Una vez conseguida la meta de esa relación hay un miedo inevitable al vacío. En cambio, en una relación no consumada siempre hay una expectativa de alcanzar lo deseado. El héroe silencioso es un tema que me interesa por varios motivos: porque me interesa el silencio en el cine y porque me atraen los personajes que parecen silenciosos por fuera pero que por dentro sufren conflictos y contradicciones.
¿Qué personaje crees que ayuda más al otro?
Digamos que se ayudan mutuamente en la medida en que pueden hacerlo. León la ayuda a superar su bache anímico y económico, pero Lola consigue que él supere sus obsesiones y sus neurosis. Como personajes, son dos maneras de enfrentarse a la soledad totalmente distintos. Ella necesita para justificar su existencia la mirada de él pero León necesita de ella para escapar de la soledad.
La historia sucede en su mayoría en un París gris, frío e inhóspito, una imagen alejada de la típica postal. ¿Por qué esta ciudad?
Yo he trabajado en París bastantes veces. Hice un documental durante un año sobre los vagabundos en París, y la verdad es que nunca me sentí tan solo y triste como allí. El rodaje, que suele ser para mí un tiempo de alegría y tranquilidad, fue horrible porque París es una ciudad llena de fuertes desigualdades sociales y pude comprobar también que había mucho racismo. Cuando Lola Mayo y yo escribimos el guión de esta historia que trata de lo solo que está el hombre en el mundo moderno, pensamos que debía suceder en una urbe, tal y como lo entiende Charles Pierre Baudelaire y Walter Benjamin. Donde el hombre sólo es uno más en la masa. Además la capital francesa es una ciudad occidental con una imagen romántica alejada de la realidad que representa el arquetipo de ciudad contemporánea. Queríamos, de hecho, que más que una ciudad concreta fuera un paisaje mental, sin identificar geográficamente el lugar donde se desarrolla la acción.
Lo que sé de Lola es un ejemplo de cine de autor, tanto por su estética personal como por el tema que trata. ¿No temes ser arrinconado por las grandes producciones comerciales? En otras palabras, ¿tiene futuro el cine de autor en nuestro país?
Creo que es muy saludable y muy higiénico para el cine español apostar por proyectos arriesgados y de calidad, no solamente por el cine comercial con el que apenas podemos enfrentarnos a Hollywood. Es imprescindible que convivan en la cartelera diferentes tipos de escritura en el cine, porque así enriquece la mirada del espectador. Mi película apela a un tipo de público más participativo, obligado a buscar el encuadre o a afinar el oído, incluso a completar la historia.
Esto último lo dices porque es un film abierto, que no concluye la historia.
El fin no existe en el cine moderno. Los finales felices son falsos y los finales tristes no son comerciales. Este es un final ambiguo. Un final que yo quiero que lo concluya el espectador. El final casi es una anécdota. Para mí lo importante es que Lola empieza a ser protagonista de su propia vida.
Pau Vanaclocha
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