(3) TIEMPOS DE AMOR, JUVENTUD Y LIBERTAD, de Hou Hsiao Hsien.

TRES HISTORIAS, TRES ÉPOCAS
La idea inicial fue encargar a tres cineastas la realización de cada uno de los episodios que componen este film, pero las dificultades surgidas determinaron que todo el trabajo fuera asumido por el taiwanés Hou Hsiao Hsien, un director colmado de premios en numerosos festivales internacionales. Presentado en el último Festival de Vannes, Tiempos de amor, juventud y libertad obedeció a un intento de evocar tiempos pasados, a veces con nostalgia, relacionando los sentimientos amorosos con una canción emblemática de cada uno de aquellos años, indisolublemente unida a la memoria del cineasta, dando así testimonio de la evolución y características del amor entre hombres y mujeres a lo largo de la historia.
Al cineasta, influenciado sin duda por el cine europeo de “autor”, no le interesa tanto la anécdota argumental como el modo de hacerlo, la forma de narrarla. Es un estilista que carga su atención en las elipsis, en la frialdad expresiva, en la consideración de espacios y ambientes dramáticos, todo ello condicionado por los tiempos muertos y los planos de larga duración.
En los tres episodios utiliza los mismos actores. El capítulo ubicado en 1966, que recuerda al cine de Jacques Demy, se apoya en un simple esbozo argumental, con la relación entre la joven encargada de una sala de billar y un muchacho que debe marchar a la mili. Toda la historia viene aureolada melódicamente por la hermosa canción de The Platers “El humo ciega tus ojos”.
Una antigua casa de citas sirve de escenario para el episodio centrado en 1911, con la serena y discreta relación entre una cortesana y un intelectual con inquietudes revolucionarias en una China ocupada por los japoneses. Amor y política como los dos polos opuestos de interés de los protagonistas. Empleo de medios expresivos propios del cine mudo, con subtítulos que muestran los diálogos, aunque las canciones tradicionales de la geisha sean perfectamente audibles por el espectador. Es el mejor episodio de los tres, con detalles de tipo sociológico que ilustran sobre las injusticias y crueldades de un tardío régimen feudal, sin que el director copie las formas clásicas del cine antiguo sino asumiendo la modernidad del montaje sintético con breves panorámicas para reencuadrar las imágenes.
La ciudad de Taipei en 2005 es el escenario del último episodio, con una cantante enferma y un fotógrafo como pareja atípica que refleja las neurosis de nuestros días. Con una juventud al parecer sin rumbo y sin un futuro claro. La moto y la bisexualidad como fetiches de una libertad individual que sólo produce angustia e insatisfacción. La sombra fílmica de Antonioni y de Godard es patente en las escenas del apartamento iluminado con fríos tubos de neón, mensajes de internet y teléfonos móviles que suenas sin respuesta. La canción “Lágrimas y lluvia” de Demis Roussos ilustra musicalmente la historia más triste y desolada de toda la película.
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