(3) EL PERRO MONGOL, de Byambasuren Davaa.

NÓMADAS ESTEPARIOS
Este segundo largometraje de Byambasuren Davaa (Mongolia, 1971) constituye un ejercicio de licenciatura en la carrera de cine que la realizadora cursó en Munich. Los valores de La historia del camello que llora se prolongan en este nuevo relato sobre una familia formada por los padres y tres hijos pequeños que pasan los meses de verano en la estepa, en una cabaña desmontable, dedicados a la cría de ovejas y la yaks, afrontando la amenaza de lobos, recogiendo leche, fabricando queso, esquilando lana, cortando leña y almacenando excrementos secos para combustible.
Pero se trata de un documental reconstruido porque la cámara ya no se limita a sorprender la realidad filmada, sino que se dedica a reproducir una parcela del mundo previamente organizada, aunque los elementos dramáticos queden reducidos al mínimo y el peso de la ficción se diluya engullido por el tono de reportaje de la narración.
Las relaciones afectivas entre la hija mayor y un perro abandonado se convierten en eje vertebrador de un film laboriosamente rodado con actores no profesionales que traza un arco existencial entre la sacralidad de la naturaleza y la creencia budista en las sucesivas reencarnaciones de los seres vivos. Se desarrolla el relato en medio de conceptos duales que se influyen dialécticamente: niños y adultos, estepa y poblado, tradición y modernidad, naturaleza y educación, lo real y lo imaginario, la tecnología y la magia, etc.
El perro mongol es una sencilla y entrañable película que muestra los cambios socioeconómicos de una remota región que ponen en peligro la supervivencia de un modo de vida ancestra: la electricidad, los vehículos a motor, los plásticos y la inmigración a las ciudades van acabando con el tradicional pastoreo nómada. Todo ello expresado con un sutil lirismo, con una profunda emoción que no excluye cierto grado de nostalgia. La realizadora describe ese desasosiego generado en el alma dividida entre el recuerdo de una infancia que descubre desde la ingenuidad un universo fantástico de personas, paisajes y animales, y la necesidad racional de adaptarse a unos nuevos tiempos en que las exigencias de la modernidad no deberían excluir del todo las viejas tradiciones, con una evolución hecha con sensatez y serenidad de espíritu.
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