MIGUEL SANTESMASES, DIRECTOR DE “DÍAS AZULES”

«EL AZAR JUEGA UN PAPEL TAN DETERMINANTE EN NUESTRAS VIDAS QUE NOS MOLESTA RECONOCERLO»
El director de La fuente amarilla (1999) y Amor, curiosidad, Prozak y dudas (2001), Miguel Santesmases, muestra en su última película el difícil proceso de madurez de tres hermanos que deben asumir el paso del tiempo, las consecuencias de sus actos y la incómoda e imprevista influencia del azar en sus vidas. Días azules sería, por tanto, una lección de vida, llena de optimismo y color, propia de la comedia, pero con sentimiento contenido y reflexiones vitales, propio del drama contemporáneo. Cuenta además con la participación de jóvenes actores en trayectoria ascendente, como Óscar Jaenada y Javier Pereira.
Pese a que predomina el tono de comedia narras una serie de conflictos de mucho contenido dramático. La película sugiere que el azar puede llegar a determinar nuestras vidas. ¿Estás de acuerdo con esa idea?
Aún más, estoy convencido de ella. Nos han vendido la moto de que a través del esfuerzo y de la voluntad podemos hacer lo que queramos y que somos dueños de nuestras vidas, pero creo que la mayoría de las cosas las conseguimos por azar. Estamos hartos de ver gente que no ha conseguido lo que quería pese a su talento y a su esfuerzo. Creo sinceramente que el azar juega un papel tan determinante en nuestras vidas que nos molesta reconocerlo. La idea de que las metas que nos fijamos, nuestros sueños y aspiraciones, dependan de algo tan aleatorio como la suerte o el azar es algo que no nos da seguridad. Al contrario, nos da incertidumbre. Nunca llegamos a tener el control absoluto.
Si Amor, curiosidad, prozak y dudas estaba protagonizada por mujeres, Días azules muestra el punto de vista de tres hermanos.
Nuestra pretensión era esa… últimamente están apareciendo muchas películas protagonizadas por mujeres que reflejan sus inquietudes, sus preocupaciones y sus problemas, mostrándolas generalmente como personas atractivas, inteligentes y ricas en matices en contraposición de los hombres que aparecen a su lado, cada vez más simples, tontos y superficiales… pero ahora mismo recuerdo pocos títulos que traten de mostrar el universo masculino en toda su complejidad. Por ese motivo he querido contar en Días azules la historia de tres jóvenes que llegan a los treinta, sobre cómo evolucionan cuando pasan los años y el largo y duro proceso de madurez. El film aspira a mostrar ese punto de vista masculino, sin caer en el tópico pero tampoco en un sesudo estudio psicológico. Se trata de una historia de hombres normales y corrientes, no son héroes ni son especialmente brillantes, pero por lo menos son sensibles, más o menos inteligentes y tienen cosas buenas y cosas malas, como todo el mundo.
Los personajes femeninos también tienen una gran importancia para el desarrollo de la historia.
Claro, es que las mujeres son las que mueven el mundo de los hombres. Yo mismo estoy descubriendo que no son tan secundarias como parecía al principio, pues determinan la actitud y el comportamiento de los protagonistas. Desde luego, tienen un gran peso en la película.
En todo caso, si hay un mensaje que resuma el film es que madurar es siempre una experiencia dura y difícil, cuanto no traumática.
Efectivamente. Los protagonistas tratan durante toda la película de aceptar el hecho de que hacerse mayores no es nada fácil. Y qué casualidad que tengan que volver al lugar que habían dejado para darse cuenta de que volver no significa estar en el mismo sitio.
Y otra lección vital: hay cosas que no cambian. Las personas pueden madurar pero no podemos cambiar cómo somos en el fondo.
Una de las ideas con las que he trabajado desde la escritura del guión y he tenido presente a lo largo del rodaje es que hay cosas que cambian con el tiempo pero otras no cambian… Y es cierto, porque podemos tomar conciencia de nuestros errores, aprender a ser mejores personas, a descubrir qué queremos en la vida y actuar en consecuencia… pero no podemos ir en contra de nuestros sentimientos y pasiones, no hay forma de modificar nuestro carácter… son cosas que tenemos fijadas en lo más profundo del cerebro o a nivel genético y no hay nada que hacer.
Cuentas con dos actores en racha: Óscar Jaenada, que recibió un Goya por Camarón, y Javier Pereira —Heroína, La bicicleta, Tu vida en 65’—. ¿Fue complicada su participación?
Mientras escribía el guión pensé en Óscar Jaenada para interpretar a Boris, el hermano mayor. Recuerdo que le llamamos y le enviamos el guión antes de hacer de Camarón y hacerse famoso y le encantó: enseguida aceptó. A partir de ahí fuimos formando el equipo artístico a través de un proceso de cásting. Salvo los tres hermanos, que son de distinta procedencia, el resto de personajes son actores gallegos, pues quería darle una gran importancia al lugar donde se desarrollan los acontecimientos, reflejar el ambiente propio de las costas gallegas.
Pau Vanaclocha
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