JORGE SÁNCHEZ-CABEZUDO, DIRECTOR Y GUIONISTA DE “LA NOCHE DE LOS GIRASOLES”

«LA COBARDÍA ESCONDE LA MAYORÍA DE LOS COMPORTAMIENTOS VIOLENTOS»
El joven realizador Jorge Sánchez-Cabezudo narra, en una valiente y sincera ópera prima, cómo la violencia se encuentra tan cercana de la vida cotidiana, cómo unos personajes pueden verse envueltos en actos violentos sin que sean buscados, simplemente porque uno se encuentra en el lugar y el momento equivocado. La noche de los girasoles se acerca, además, a la realidad rural de forma realista, casi documental.
¿De dónde surge la idea de este thriller rural con reminiscencias de cine negro?
En este caso la idea del film surge un poco por casualidad. Desde el año 96 estuve buscando una idea para hacer un largometraje. Me había embarcado en un par de guiones que no llegaron a ningún sitio y realicé un par de cortometrajes para ir formándome como director. Pero no encontré una idea que me sedujera hasta el punto de plasmarla en la gran pantalla. Por fortuna, el actor Mariano Alameda, que coincidió conmigo en la facultad y con el que habíamos trabajado juntos en la serie de televisión Al salir de clase, me propuso contar una historia que tocara el tema de la espeleología, un tema que le fascina como aficionado que es. A partir de ahí juntamos este tema con otros que tenía escritos en mi ordenador y salió el guión de La noche de los girasoles, que al principio se llamaba «Angosto».
¿Podría considerarse La noche de los girasoles como un honesto pero acertado estudio de la violencia en todas sus manifestaciones?
Desde luego el tema de la violencia me interesaba mucho. Pero no quería limitarla a una típica historia de buenos y malos o reducirla a la violencia física. Existe una multitud de formas de violencia: la física, la verbal, la psicológica, la instintiva, la premeditada, etc. En la película aparece una persona que jamás dirías que es un violador y sin embargo intenta agredir a la protagonista, un hombre íntegro y con fuertes valores morales que tiene que renunciar a ellos para evitar ir a la cárcel por un simple error, el guardia civil corrupto que no duda en aprovecharse de su autoridad para conseguir sus objetivos, el inocente que es obligado a ser violento en defensa propia, el que encubre la violencia, etc. En resumen, me interesaba mostrar un amplio abanico de personajes que ejercen la violencia o muestran una actitud, cualquiera que sea, frente a ella. De ahí la riqueza de la película.
Reproduces con una frialdad casi científica un acto criminal. ¿Era esa mirada aséptica, meramente descriptiva, tu principal interés?
Quería acercarme a la violencia pero desde un punto de vista testimonial, como un mero testigo de los hechos. Siempre mantengo la distancia, evitando moralizar sobre lo que narro. Por eso consideras que es una mirada aséptica o meramente descriptiva. He pretendido hacer reflexionar sobre la cobardía que esconde la mayoría de los comportamientos violentos. La gente violenta lo es en muchas ocasiones porque son cobardes o no tienen más recursos que la violencia para conseguir sus objetivos. Me estoy refiriendo al personaje psicópata. También está la violencia primaria del protagonista, un hombre racional, pétreo en su condición de espeleólogo, pero se ve envuelto en un ataque de ira para vengar a su novia, cayendo en un error de identidad, llegando a matar a un ser inocente. Por el contrario está la violencia instintiva de protección o mera supervivencia del campesino que es incapaz de entender por qué lo están agrediendo pero se defiende con violencia.
¿Y cuál es tu diagnóstico?
Creo que la violencia surge muchas veces de la incapacidad de asumir puntos de vista que no son el tuyo. La incomunicación hace que cada persona presuponga la maldad en el otro. Esta sensación de violencia cada vez mayor en la sociedad viene, seguramente, de la incapacidad de ponerse en la piel del otro. Sin empatía, la gente no identifica el dolor que provoca en otras personas. No sé hasta qué punto son culpables los medios de comunicación, pero cada vez es más normal ver la violencia en los telediarios hasta el punto de que nos da igual. ¡Nos han insensibilizado! El último ejemplo ha sido la guerra entre Israel y Líbano, donde el ejército hebreo ha asesinado en un bombardeo a cientos de niños, mujeres y enfermos en un hospital y aquí no ha pasado nada. En Irak hay cientos de muertos todos los días, pero nadie hace nada. Cambiamos de canal y seguimos comiendo.
Llama la atención su estructura por episodios enzarzados unos con otros por personajes y lugares comunes y que cuentan cosas parecidas pero desde diferentes puntos de vista.
Ya en las primeras versiones de «Angosto» tenía una estructura de tres episodios que luego se convertirían en seis. La finalidad de esta forma de contar la historia era que me permitía introducir en una misma narración los puntos de vista de varios personajes, pues en cada episodio doy prioridad a un personaje distinto. El resultado es una visión muy compleja de los acontecimientos que se narran, pues podemos conocer las diversas motivaciones, sentimientos y pensamientos de los protagonistas. Como forma narrativa es muy posmoderna y no son pocos los ejemplos cinematográficos que la usan, aunque yo siempre me he fijado en Pulp Fiction, salvando las enormes distancias.
¿Te basas en un hecho real?
No. La verdad es que he estado tentado de decir que sí pero mentiría.
Has sido muy fiel a la realidad rural: el problema de la despoblación, el envejecimiento demográfico, todos se conocen, un ambiente un tanto decadente…
Es una realidad que no podemos obviar. El campo, por mucho que estemos atrincherados en las grandes ciudades y nos las demos de modernos urbanitas, siempre ha estado, está y estará ahí. Esa cultura rural forma parte de mucha gente, no sólo los que viven en los pueblos sino también aquellos que marcharon a las ciudades para encontrar un futuro mejor. La mayoría de los madrileños proceden del campo, y pasará lo mismo en otras ciudades españolas.
Pero es un poco la España profunda, ¿o no?
No lo creas. Es la España de ahora. Puede pasar en un pueblo a escasos kilómetros de la ciudad. No es algo de siglos pasados ni de lugares remotos, sino un aquí y ahora.
Pau Vanaclocha
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