(3) CATERINA VA IN CITTA, de Paolo Virzi.

ITALIA EN LA ENCRUCIJADA
En los años 70 vivimos una enconada polémica en torno al llamado cine político italiano, con una serie de filmes de Rosi, Montaldo, Risi, Comencini, etc. que denunciaban determinados aspectos de aquel país utilizando los códigos narrativos de algunos géneros populares y una puesta en escena orientada de acuerdo con los criterios ideológicos izquierdistas de sus realizadores. En cierto modo, se sacrificaba la complejidad del discurso a la eficacia de su recepción, mayoritaria, por los espectadores.
El primer título que nos llega de Paolo Virzi, el sexto de su filmografía, ha procurado evitar la toma previa de partido de aquel cine comprometido para trazar un panorama de la Italia de Berlusconi desde una posición presuntamente objetiva, aparentemente neutral, convirtiendo a la familia protagonista en símbolo del ciudadano medio, poco informado y apolítico, ese que sustenta la tesis reaccionaria de que todos, los de derecha y los de izquierda, son iguales en la práctica.
El profesor, encarnado por un Sergio Castelitto demasiado gesticulante, es un hombre frustado que ambiciona triunfar como escritor y que culpa al sistema de su fracaso, proyectando sobre su esposa y su hija sus propias neurosis y toda su mediocridad. El sentido metafórico de la película adquiere toda su dimensión en la figura de Caterina, la adolescente que ha venido del Lazio para establecerse en Roma, pasando de un ambiente provinciano a la vorágine de la capital. Como el Cándido volteriano, la inocente protagonista vivirá una serie de conflictivas experiencias que marcarán su itinerario hacia el conocimiento y la madurez personal. Su relación en el instituto -terrible retrato de la juventud actual- con las “pijas”, de clase burguesa privilegiada y veleidades fascistas, y con las “progres”, retratadas como caprichosas activistas, recluidas en ilustradas capillitas, sitúan el relato más en la línea existencial de La dolce vita que en la sociológica de Rocco y sus hermanos, pese a la disolución final de la familia: el padre con su quimera motorizada de libertad; la madre emancipada y con un nuevo amor; y la hija materializando su vocación musical. Los coros operísticos de Verdi hacen patente esta dedicación profesional, pero también su dimensión simbólica de renacimiento, unificación y sentimiento nacional del pueblo italiano.
Pese a la presencia de ricos y pobres, de triufadores y perdedores, no hay en Caterina va in città llamada alguna al compromiso ideológico y a la lucha política. Lo que hace Paolo Virzi a través de las peripecias indivisuales mostradas es dar testimonio, muy contundente en varias secuencias, de un profundo malestar colectivo, de un cabreo generalizado, de un desengaño de las instituciones y de un fuerte resentimiento contra los partidos políticos, culpando en gran medida a la televisión -controlada por Berlusconi-, frívola y mitómana, de la estupidez e inconsciencia de una sociedad narcotizada.
Buena la recreación de los distintos ambientes y atmósferas. Y un ritmo rápido, con imágenes vertiginosas, como reflejo de la locura instalada en estos tiempos modernos.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.