(1) ASTÉRIX Y LOS VIKINGOS, de Stefan Fjeldmark y Jesper Moller.

¡POR TUTATIS!
Los famosos guerreros galos creados por el dibujante Albert Uderzo y el guionista René Goscinny siguen gozando del cariño del público a tenor de las abundantes adaptaciones que han habido y siguen habiendo, tanto con actores de carne y hueso –las discretas Astérix y Obélix contra César (1999) y Astérix y Obélix: Misión Cleopatra (2002); ambas éxitos de taquilla– como con personajes de dibujos animados, desde que aparecieron por primera vez en la revista francesa Pilote el 29 de octubre de 1959. En el caso que nos ocupa, Astérix y los vikingos es una libre adaptación del célebre cómic “Astérix en Normandía”, quizá uno de los mejores de toda la colección, conservando su origen animado. De hecho, lo más llamativo de todo es la fidelidad en cuanto al trazo, al dibujo, que la destaca de sus predecesoras, si bien existen algunas aportaciones y modificaciones de la historia quizá para conectar con las nuevas generaciones de jóvenes espectadores que no leyeron sus aventuras en el momento de su publicación. Elementos como la paloma mensajera llamada SMS, los bailes discotequeros que rompen la armonía del pueblo galo y el discurso feminista de la hija del jefe vikingo se alejan del espíritu añejo del cómic pero crean momentos llenos de humor para ese público preadolescente más exigente de lo que la gente piensa. Personalmente me quedo con los cómics, aunque reconozca el poder evocador de la imagen, especialmente si es tan cercana a la del creador de estos curiosos personajes.
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