ISAKI LACUESTA, DIRECTOR DE “LA LEYENDA DEL TIEMPO”

«EL FLAMENCO ES UN ARTE UNIVERSAL QUE NO ENTIENDE DE FRONTERAS»
Con La leyenda del tiempo, el joven realizador vasco Isaki Lacuesta pretende demostrar que el reconocimiento que obtuvo como mejor director revelación en el Festival de Sitges por su primer largometraje, Cravan vs. Cravan (2002), no fue un golpe de suerte o simple casualidad. Insiste en los parámetros del cine documental —no en vano realizó un master en Cine Documental en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona— para narrar la historia de dos personajes influenciados por la omnipresente figura de Camarón de la Isla. Ya ha pasado por diversos festivales, como el de Rotterdam, Las Palmas o Buenos Aires, donde ha recogido críticas favorables.
A pesar de rodar con actores no profesionales, el resultado en cuanto a interpretación se refiere no puede ser mejor.
Desde el principio pensé en utilizar gente desconocida para interpretar a los personajes de la película, no por nada en concreto pero sí es verdad que estaba más interesado en buscar unas personas con una interesante historia detrás que simples actores. En los casting no buscaba realmente a unos actores sino historias. Tanto la experiencia de Isra como la de Makiko son bastante aproximadas a lo que vemos en la pantalla. Luego la sorpresa fue ver hasta dónde han llegado como actores, pues nadie podía pensar que llegarían tan lejos. El resto de personajes que aparecen son la gente real de San Fernando, a excepción del pescador japonés que es el único que actúa haciendo algo que no es su trabajo de verdad.
En la película muestras la increíble fascinación que sienten los japoneses por el flamenco y la cultura andaluza.
Es una cosa que siempre me ha impactado. Tanto en Sevilla como en Cádiz y en Jerez hay centenares de japoneses y japonesas llenando escuelas de baile que han cruzado más de medio mundo y dejado familia, amigos y trabajo para venir a España a aprender a cantar y bailar flamenco. Eso da que pensar. Cada vez estoy más convencido de que el flamenco es un arte universal, que va más allá de limitaciones geográficas o culturales. Todo el mundo, independientemente de su procedencia, se siente seducido por su fuerza y su pasión. Aunque no guste, hay que reconocer que es una música vibrante, pasional, casi instintiva. Hay que sentirla para poder cantarla y bailarla. Durante el casting tuve la oportunidad de preguntar a muchas japonesas el porqué de esa fascinación, y me dijeron que era una forma de expresar emociones, pues la cultura japonesa es represiva a la hora de expresar sensaciones y sentimientos, todo lo contrario que la nuestra.
¿Qué relación tienes con el flamenco?
Como habrás comprobado por mis palabras, me gusta muchísimo, pero desgraciadamente llegué muy tarde a ese mundo porque vivo en Girona y soy de familia vasca, por lo que crecí y me crié en ambientes alejados del flamenco. Pero un día empecé a escuchar a Camarón y me entró el gusanillo de la música flamenca. Y por eso marché a San Fernando buscando a Camarón, por curiosidad. Quería comprobar si quedaba algo de él en su lugar de origen. Y he de decir que su espíritu, su imagen convertida en icono, está en todas partes. En principio fui sin la intención de hacer una película pero viendo cómo la gente me contaba cosas del artista, viendo el fervor con que la gente canta y baila, y esos hermosos paisajes que recogen las letras del maestro… finalmente pensé en hacer La leyenda del tiempo.
Una vez más se demuestra lo ambigua que es la frontera entre la realidad y la ficción.
Es confusa porque en La leyenda del tiempo se mezcla sin orden ni concierto. Los actores están interpretándose a sí mismos en muchas ocasiones, porque narro historias que han vivido ellos. Aunque hay secuencias que son puro documental, en los que dejo total libertad a los actores para actuar delante de la cámara sin ninguna intervención de mi parte, también hay secuencias de pura ficción, con unos diálogos escritos que deben reproducir. Lo que tienen en común ambas historias es una película improvisada, sin un guión a priori.
Pau Vanaclocha
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