(3) UNA HISTORIA DE BROOKLYN, de Noah Baumbach.

CRÓNICA DE UN DIVORCIO
La vida real es el objeto de análisis riguroso, casi documental por la detallada descripción de ambientes, relaciones y sentimientos, de este emotivo melodrama que narra la historia de una familia de clase media estadounidense que ha de reencontrarse a sí misma tras la inevitable separación de los padres, a la que asisten, entre atónitos y desorientados, unos hijos convertidos aquí en víctimas inocentes.
Pero lejos de mostrar el conflicto con excesivo dramatismo, que lo reduciría a un mero folletín de sobremesa, en Una historia de Brooklyn configura una exquisita disección del divorcio, donde se nos ofrece, con no pocas pinceladas de humor, el retrato sincero de una familia en crisis que debe asumir una nueva situación. Así, somos testigos del proceso gradual de deterioro familiar que afecta a todos y cada uno de sus miembros: la cada vez más difícil convivencia entre los cónyuges y sus constantes enfrentamientos —generalmente por motivos insustanciales, si bien recogen un trasfondo de mayor calado: la extrema competitividad laboral entre los padres, ambos escritores—, la presencia incómoda de unos hijos que no pueden entender la ruptura familiar, el anuncio de la separación a partir del cual aparecen lealtades divididas, el intento —a veces mal llevado— de mantener una actitud civilizada, la tentación de usar a los hijos como arma arrojadiza contra la expareja…
A partir de las propias vivencias del director, Una historia de Brooklyn penetra en la realidad más cotidiana y próxima, donde encontramos personajes y situaciones perfectamente reconocibles, para desdramatizar un hecho incontestable: hay muchas parejas que acaban rompiendo. Gracias a un guión construido con una gran solidez tanto narrativa como en la construcción de personajes, Noah Baumbach cambia la forma en la que se selen mostrar las separaciones matrimoniales, no como un fin trágico en sí mismo, sino como un proceso de transición hacia otra etapa vital. Las personas pueden equivocarse al elegir a su pareja, por eso se inventó el divorcio.
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