(3) HACIA EL SUR, de Laurent Cantet.

EL CLIMA LASCIVO DEL LUGAR
La tópica frase que definía los paraísos sexuales de las nefastas películas “S” de los años 70 es tomada en serio ahora por Laurent Cantet para examinar con rigor y lucidez la situación de Haití en los primeros años 80, poco antes de que el dictador Duvalier y sus sucesores devastaran la isla por completo. El cineasta francés quedó impresionado por los contrastes del país caribeño y decidió adaptar al cine tres relatos cortos del libro La carne del amo, escrito por el nativo Dany Laferrière.
En el film, dos turistas norteamericanas cincuentonas asumen el protagonismo y rivalizan por gozar de los favores amorosos de un joven y apuesto nativo. Lejos de todo esquematismo o prejuicio moralizante, Hacia el sur se decanta por la complejidad de un relato lleno de matices y de variedad de puntos de vista. El drama personal, el contexto represivo y la miseria del pueblo se articulan para denunciar un turismo para blancos mostrado en unas nuevas circunstancias: la antigua colonización mediante ejércitos ha dejado paso a la ejercida por el dinero.
El proverbial orgullo racial negro y el sentimiento nacionalista se han forrado de pragmatismo en aras de la supervivencia de una población necesitada de comida, ropa, objetos y dinero. La prostitución ha perdido su rostro infamante para acomodarse a una normalidad cotidiana de intercambio de favores entre turistas y nativos. No se trata ya de parasitismo sino de simbiosis: las relaciones entre ricos y pobres no se consideran ya una simple explotación sino una operación que facilita el provecho mutuo. Las protagonistas huyen de su frustrante soledad en la norteamérica de la riqueza y el puritanismo. En la isla encuentran bellos cuerpos e intensos orgasmos pero también una ternura y una ilusión de amor difíciles de experimentar en su tierra natal tras cumplir cierta edad.
Pero en ese “turismo de amor” como prefiere llamarlo Laurent Cantet, las cartas están marcadas de antemano. El joven objeto de deseo es algo más que un hermoso semental pues lleva también una vida civil que le enfrenta al régimen policial de Duvalier. El gigoló es también un resistente político. El film enlaza con gran maestría lo individual y lo colectivo, lo sentimental y lo social, para constatar que hay unas barreras imposibles de derribar: los intensos momentos de pasión en la cama no puden eliminar realmente la incomunicación entre razas, entre clases sociales y entre países. Legba acabará desapareciendo -aunque surgirán otros-, pero allí el turismo nunca deja de ser un extraño en la isla.
Destacan los impresionantes monólogos en primera persona de algunos personajes frente a la cámara, unas confesiones hechas sin rubor y con toda la crudeza que contribuyen a hacer de Hacia el sur una película totalmente recomendable.
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