(2) LA PRINCESA MALABAR, de Gilles Legrand.

DRAMA EN LOS ALPES
En su primera película como director, Gilles Legrand ha mezclado melodrama, comedia, aventura, intriga y documental de la naturaleza de una forma tan atrevida como discutible en cuanto a coherencia de estilo. Tom, un niño inquieto e imaginativo, se convierte en eje narrativo como protagonista de una peripecia vital que, a partir de una experiencia traumática -la muerte de su madre, desaparecida en un glaciar de los Alpes-, deberá iniciar un proceso de aprendizaje que le exigirá buscar la verdad de la tragedia que sus familiares le ocultan.
Su educación, reacio a asumir su propia orfandad, se revelará complicada pese a la ayuda de su abuelo y de la maestra de la escuela rural, que intentan compensar con su afecto la ausencia del padre. Aparecen en el film multitud de citas e influencias, desde el tebeo de Hergé Tintín en el Tíbet, al cine de trenes o desde el misterio y rescate de los tesoros ocultos al reportaje real sobre el accidente del avión hindú Malabar Princess que, en 1950, se estrelló cerca de la cumbre del Mont-Blanc.
La hermosa fotografía de verdes valles y montañas nevadas, así como la presencia del veterano Claude Brasseur son atractivos a añadir a los de una película que, en ocasiones, resulta demasiada ingenua y elemental, más cerca de la taquilla que del llamado cine de “autor”.
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