CARLOS IGLESIAS, DIRECTOR DE “UN FRANCO, 14 PESETAS”

«NO DEBEMOS OLVIDAR QUE ESTE PAÍS ES TIERRA DE EMIGRANTES»
El reconocido actor Carlos Iglesias ha dirigido su primera película, Un franco, 14 pesetas, un film honesto donde se narra la experiencia de dos amigos que se ven obligados a trabajar en Suiza, donde conocerán otro mundo muy distinto de la España gris de la década de los 60, en plena crisis económica. Quién mejor que él, que vivió esa experiencia —junto con su familia— de la emigración económica, para mostrar una realidad no muy conocida por los jóvenes españoles.
¿Por qué decides tratar el tema de los emigrantes españoles en tu ópera prima?
Principalmente decidí tratar el tema de la emigración española de los años 60 porque yo mismo fui emigrante, junto con mis padres y otros cuatro millones de personas que entre legales e ilegales se vieron obligados de salir de su tierra e irse a otro país a labrarse un futuro mejor. Fue una experiencia que me marcó, o mejor dicho marcó a toda una generación de españoles y hay pocas películas que lo han tratado. Me pareció además que era muy oportuno contar en este momento, cuando nos estamos convirtiendo en un país receptor de inmigrantes y cada vez hay más, que la sociedad española fue exportadora de mano de obra a países más industrializados en las pasadas décadas. Por cómo se está tratando el tema de la inmigración por parte de políticos, líderes de opinión y medios de comunicación parece que mucha gente se ha olvidado que lo fuimos y hay una generación de españoles que como nacieron posteriormente desconocen esa parte de la historia. Contar hechos de los años 60 me ha permitido, aunque de forma implícita, reflexionar sobre lo que está ocurriendo con los que vienen de Latinoamérica o del norte de África buscando lo mismo que nosotros buscábamos en aquella década.
Entonces, ¿hasta qué punto es autobiográfica la película?
Reconozco que es autobiográfica en lo que respecta a las vivencias del hijo del protagonista. Es exactamente lo que me pasó a mí: lo extraño que me pareció todo en el país de acogida al principio, lo que Suiza me dio y que España no me había dado (educación y sanidad gratuita) y lo mal que lo pasé al volver al país. Realicé un trabajo de campo durante dos veranos recopilando historias de españoles e italianos que vivieron aquel momento, incluso suizos que me contaron cómo vivieron ellos la avalancha de trabajadores extranjeros que se les vino encima. Hay que tener en cuenta que Suiza en los años 60 tenía cinco millones de habitantes y un millón de extranjeros. Con la historia de todos, la memoria de mis padres y mis recuerdos diseñé la película.
En todo momento se destacan las diferencias culturales entre ambos países y cómo el nivel de vida y los adelantos que se disfrutaban en Suiza llamaron la atención a los inmigrantes españoles al principio.
Claro, los españoles venían de una España gris en pleno franquismo y aunque ya se empezaba a ver cierto desarrollismo todavía estábamos en un nivel de pobreza y carestía que obligó a emigrar a muchísima gente. Suiza era en ese momento uno de los países más industrializados del mundo y su nivel de renta y bienestar social era modélico en Europa. El choque cultural era inevitable. Hay detalles que me contaron los emigrantes españoles como que lo más chocante de aquella época era el papel higiénico y el agua caliente en mejoras domésticas y el papel más activo de las mujeres suizas. Lo más fuerte de todo es que hay muchas cosas de la calidad de vida que tenían entonces que ni siquiera ahora tenemos todavía los españoles. La reflexión que pretendo despertar en las nuevas generaciones es que nosotros hemos estado en situaciones muy parecidas a lo que pueda sentir un marroquí o un peruano cuando vienen a la Europa rica en este momento. Subyace además un discurso en la película que defiende que fuimos mejor tratados por los suizos que nosotros con los inmigrantes que llegan actualmente a nuestro país.
Era inevitable en una película sobre emigración el tema de la nostalgia, hasta el punto de que muchos que fueron allí tras unos años ahorrando dinero se volvieron a España. Y no para mejorar, precisamente, puede que lo pasaran peor en su país.
No es la misma mirada la de un joven actualmente, cansado de viajar por una Europa unida que, pagando un precio accesible en hora y media de avión, está en cualquier punto del continente y los móviles permiten la comunicación inmediata con tu familia, que la de unos obreros paupérrimos que obligados por el hambre van a trabajar a un país que está a dos días de tren y cuyo billete vale lo que gana un español en un mes. En aquellos tiempos las distancias eran mayores, los medios muy escasos y también la mentalidad de un obrero español de entonces era diferente. Su obsesión era volver. El regreso era la meta que se imponían desde el principio. Su función era trabajar y ganar dinero en otro país durante un tiempo más o menos largo y mandar todo lo posible a la familia en España. Los sueldos eran muy superiores: mi padre ganaba en la mejor fábrica que había en España, que era Pegaso, 1.300 pesetas al mes, pero en Suiza ganaba 13.000 pesetas al mes. A pesar de todo, no entendían hacer la vida allí, rehacerla del todo e integrarse totalmente. El problema del idioma era casi insuperable, su clima era adverso, sus costumbres eran otras. No había contacto directo con los suizos, por lo que te sentías solo, especialmente si estabas trabajando en un pueblo pequeño. Era normal tener nostalgia.
¿Qué imagen tuvo el inmigrante español en la sociedad suiza de entonces?
Por lo que me han comentado los propios suizos, los españoles eran considerados gente ruidosa pero simpática. Y como llegaban casi todos hombres se relacionaron con las suizas. Los españoles se sorprendieron por la libertad que había, la iniciativa de las mujeres suizas para acercarse a los hombres. Hubo casos de enamoramiento. Algunos se casaron y todo. Pero hubo muchos casos de divorcio por las diferencias culturales y mentalidades contrapuestas: que un hombre impidiera hablar o quedar con otros hombres a una chica acostumbrada a ser dueña de su vida era demasiado. En el trabajo, los suizos vieron a los españoles como gente muy trabajadora, eficaz y educada. Quizá por eso no entendían por qué querían volver a su país, si nos daban trabajo y dinero.
Tal y como les pasa a los protagonistas, muchos españoles volvieron a España tras trabajar unos años en otro país, pero una vez aquí se encontraron con el rechazo de muchos a la hora de buscar trabajo.
Algunos emigrantes españoles e italianos me contaron que se encontraron con mucha incomprensión cuando volvieron a su país de origen. Siempre se ha dicho que en los países latinos los que triunfan son envidiados por los que no. Se les puso dificultades hasta el punto de que algunos regresaron a Suiza. Tantos años fuera hizo que se encontraran otra realidad, incluso con gente muy cercana como las familias. Podías encontrarte a un ser desconocido, y eso era muy fuerte. El propio franquismo fomentó esa imagen del emigrante: se hizo popular el eslogan «Como en España no se vive en ningún lado». La misma mentalidad que en la película Vente a Alemania, Pepe. Quédate bajo el algarrobo con el botijo y la boina, porque como se vive aquí en ningún sitio. Había algo de vergüenza porque empezaba a venir el turismo y no se reconocía que había cuatro millones de españoles en un exilio económico forzoso. Y luego otra cosa: los que vinieron se habían acostumbrado a un nivel de vida, una libertad y una educación que no había aquí. Eso fue motivo de frustración e incomprensión.
Sorprendentemente no mencionas el contexto franquista. No sale Franco, ni los guardias civiles, ni los grises, ni el NO-DO.
Franco sólo aparece en el título. No he querido convertir la película en una crónica de posguerra o darle un toque político que desvirtuaría el mensaje: la mayoría no salió por Franco. No eran sindicalistas, republicanos o simplemente demócratas. Eran trabajadores que no tenían recursos, no encontraban trabajo en su país y querían un futuro para ellos y sus familias. El motivo económico, el hambre, es el que empujó realmente a aquellos millones de personas a emigrar. También habría exiliados políticos, pero eran minoría.
Pau Vanaclocha
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.