DANIEL SÁNCHEZ ARÉVALO, DIRECTOR DE “AZULOSCUROCASINEGRO”

«PARA SER FELIZ HAY QUE SABER HASTA DÓNDE PUEDES LLEGAR»
Tras más de una década escribiendo guiones para series de televisión y habiendo recibido múltiples premios a lo largo de su larga carrera de director de cortometrajes, el joven realizador madrileño Daniel Sánchez Arévalo prueba suerte con su primer largometraje, un drama muy actual sobre sueños inalcanzables y la búsqueda de la felicidad. Presenta en Valencia su ópera prima, Azuloscurocasinegro, con la confianza que dan los tres premios obtenidos en el recientemente concluido Festival de Málaga.
Has trabajado muchos años en televisión haciendo guiones para series y has realizado cortometrajes que han sido premiados en diversos festivales. Supongo que el salto al largometraje era inevitable.
Creo que ha sido un paso bastante lógico y natural el que he dado dirigiendo un largometraje. Nunca he querido precipitarme pues consideraba fundamental hacerlo cuando me sintiera realmente preparado. Para mí el paso por el mundo del cortometraje, donde he realizado casi una docena, es vital porque ya no sólo es el camino más común para la realización de películas sino porque es cuando aprendes a sentirte director. Hasta que no dirigí el corto La culpa del alpinista, con guión de Julio Medem, no me sentí director, no me sentí cómodo y capaz de encarar un proyecto que no era mío. Eso me dio mucha confianza para enfrentarme al formato grande.
La idea de Azuloscurocasinegro parte del cortometraje Física II, donde recreas el universo íntimo y complejo de un padre y su hijo.
El guión de Azuloscurocasinegro lo escribí hace cinco años, cuando me fui a Estados Unidos a hacer un master de cine en la Universidad de Columbia gracias a la beca Fulbright. Fue la primera vez que tuve tiempo para escribir algo mío, porque antes estuve trabajando más de una década en televisión, participando como guionista de varias series como Farmacia de guardia, Querido maestro y Hospital Central. Lo que pasa es que cuando volví de Estados Unidos con el guión bajo el brazo para mí no estaba realmente terminado. Hay que ser honesto con tu propio trabajo y saber cuando algo está listo para rodar. Lo guardé en un cajón. Cuando más tarde realicé Física II me sedujo el entorno y los personajes que aparecían. No tanto por la historia del cortometraje en sí sino el universo que había creado, la relación entre un padre y un hijo. Cogí a los dos personajes y los trasladé al guión de Azuloscurocasinegro, reescribiéndolo por completo.
Hablas de muchas cosas en la película, pero una de las reflexiones más importantes es que muchas veces no somos felices porque nos imponemos metas muy altas y que las circunstancias de la vida pueden impedir alcanzarlas.
Intento remover conciencias planteando la situación de varios personajes incapaces de conseguir sus sueños a pesar de sus infructuosos intentos. Pero muchas ocasiones los impedimentos para alcanzarlos están por encima de nosotros y hemos de ser conscientes de ellos. Propongo el dilema de si aceptar y tomar conciencia de las propias limitaciones personales puede hacernos más felices o, por el contrario, nos convierte en perdedores. El protagonista está todo el rato queriendo dar un salto de gigante: conseguir el trabajo de sus sueños, a la chica de sus sueños… Y eso le tiene muy bloqueado, no le permite avanzar. Hasta que no eres consciente de tus propias limitaciones, en el caso que nos ocupa el origen humilde de su familia y su trabajo mal reconocido de portero de finca, y de los condicionantes externos que te impiden avanzar, el padre inválido y el hermano recién salido de la cárcel, no podrás seguir adelante y progresar poco a poco. Para alcanzar eso que llamamos felicidad hay que conocerse bien, saber tus límites, hasta dónde puedes llegar. Una vez sabidos, todo irá mejor. Todos los personajes tienen en común que quieren algo que no pueden tener pero han de aprender que en ocasiones, si renuncias a eso se van a abrir nuevos caminos y posiblemente seas feliz.
El lado cómico lo proporciona el hermano y el amigo del protagonista.
Complementan muy bien la historia global porque representan el símil del pez y la pecera que aparece en una secuencia: como peces, cada uno está en su propia pecera pero adoptan dos posturas distintas. Uno quiere saltar por encima del agua para ver qué hay más allá de su espacio vital y el otro no solamente no quiere saltar para ver que hay fuera de la pecera sino que no quiere que cambie nada, quiere que todo siga igual.
Pau Vanaclocha
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