(2) GISAKU, de Baltasar Pedrosa.

MANGA ESPAÑOL
Curtido en el campo de la animación digital –donde ha realizado numerosos spots publicitarios y series de animación para televisión– Baltasar Pedrosa dirige Gisaku, su primer largometraje de dibujos animados, alcanzando unos resultados satisfactorios tanto a nivel técnico como artístico, perfectamente comparables a los estándares internacionales, concretamente a las producciones estadounidenses y japonesas que suelen monopolizar, salvo honrosas excepciones, este género en constante evolución.
Influenciado por el cómic y la animación japonesa –el manga y el anime en jerga especializada–, el realizador catalán narra e enfrentamiento entre el bien y el mal de la mano de un samurai y sus variopintos amigos que deben proteger una misteriosa llave formada por varias piezas, con la que se accede a otras dimensiones, de las fuerzas malignas de un demonio obstinado en conquistar el mundo. Para lograr su misión, el protagonista viajará por toda la geografía española, mostrando una radiografía de las principales ciudades y espacios naturales del país, incluyendo comentarios laudatorios sobre nuestra riqueza cultural y gastronómica. Resulta curioso ver una película animada de estética oriental –me recordaba constantemente a las series infantiles japonesas que ve durante mi infancia– en la que se comentan las bondades del jamón serrano, el queso manchego y la tortilla de patata, y donde se muestran panorámicas de lugares reconocibles de Valencia, Barcelona, Madrid, Sevilla y Santiago de Compostela. Pero más allá de su localización en tierras perfectamente conocidas, Gisaku cuenta una historia entretenida, llena de emoción y aventura, con elementos de la imaginería popular como enigmas, hechizos y objetos mágicos, protagonizada por seres extraordinarios –un samurai del siglo XVII, un lince mutado en humano, un cachorro de león infernal, entre otros– que sitúan al film dentro de los cánones del más puro cine comercial pero con claros rasgos autóctonos. En resumen, Gisaku es un ejemplo de la buena situación de la animación española en estos últimos años, capaz de competir en situación de igualdad, cuando los distribuidores y los exhibidores lo permiten, frente a la implacable competencia exterior.
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