(1) LA DAMA BOBA, de Manuel Iborra.

CINE TEATRALIZADO
El teatro y la literatura han sido, son y serán las fuentes principales de inspiración de otros medios de comunicación y entretenimiento más modernos, en este caso el cine pero también la radio, la TV y en un futuro próximo Internet y los teléfonos móviles. Ahora bien, la adaptación del medio escénico o impreso a las características del discurso cinematográfico es especialmente difícil, dada la escasa cantidad de películas que, captando y sabiendo mostrar la esencia de la obra original, han potenciado el aspecto visual, rítmico, temporal y espacial que les ofrecía un medio con más posibilidades que las artes clásicas. Quizá la más reconocida adaptación de una obra teatral en términos de fidelidad fue la que realizó Pilar Miró con su interesante El perro del hortelano (1996).
La dama boba, basada en la comedia romántica de Lope de Vega, es un buen ejemplo de ese cine teatralizado que, sin dejar de estar correctamente realizado, depende excesivamente del texto —los diálogos en verso disminuyen la comprensión y disfrute del film—, limita el movimiento físico de los personajes y de la cámara resultando una planificación muy frontal e inmóvil y reproduce el mismo esquema argumental —presentación, nudo y desenlace— de la obra teatral ajustándose con mayor o menor fortuna a los ritmos y tiempos propios del film convencional. Por tanto, no es que Manuel Iborra no sepa contar la historia; ni le falle los actores —su interpretación es correcta, destacando la de Verónica Forqué—, el vestuario o la ambientación. Es el aspecto artificioso de un espectáculo vodevilesco con personajes planos y sin matices. La dama boba peca de una grave falta de credibilidad en la representación de un relato creado en otro formato que no cuaja en el del cine, siendo éste mucho más dinámico y exhaustivo. Adaptar célebres obras clásicas no es garantía de calidad, aunque ayude.
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