(3) LA MUJER DE UN BUEN ABOGADO, de Im Sang-soo.

EL OCASO DE UN MATRIMONIO
De tarde en tarde, ocultas en medio de toda la maquinaria industrial norteamericana, entre condescendientes comedias románticas, insípidos thrillers y dramas lacrimógenos nos llegan pequeñas joyas, ejemplos de buen cine realizado con escasos medios pero dotado de una gran sensibilidad y oficio procedentes de otras partes del mundo. La mujer de un buen abogado es la última película que nos llega de Oriente, una excelente oportunidad de conocer otras realidades, otras culturas y sociedades. Al revulsivo Kim Ki-duc, al talentoso Im Kwon-taek o al eficaz Bong Jun-ho, tres de las figuras más reconocidas internacionalmente del cine coreano, se le añade un Im Sang-soo preocupado en mostrar la sociedad actual, con sus filias y sus fobias, sus grandezas y sus miserias, centrando su atención en la decadencia del sistema patriarcal y la institución familiar.
A partir de las mutuas infidelidades de un respetado abogado y su atractiva esposa, una ex bailarina convertida en ama de casa que se encapricha de un joven vecino, el realizador indaga en las casi nulas relaciones entre marido y mujer, el proceso de distanciamiento, incomunicación, falta de deseo y desamor que afecta a dos seres que buscan fuera lo que no encuentran dentro de su fracasado matrimonio. Es el día a día de un ocaso. El sexo –o la ausencia de sexo– entre los cónyuges se convierte en el tema principal pues adquiere estatus de “termómetro” que va indicando el grado de aislamiento entre ambos, a la vez que confirma ser la válvula de escape de una realidad frustrante. A ese tratamiento desinhibido del sexo le sigue una cercanía explícita y desagradable del dolor y la muerte de dos miembros de la familia: un abuelo despreciable, enfermo y egoísta cuyo fin es más una liberación para el resto que una pérdida irreparable, y el trágico desenlace del niño adoptado por la pareja, que es la chispa que desencadena la, por otro lado, lógica y contenida resolución. Todo ello narrado con sobriedad y efectividad, sin elementos superfluos, y con un profundo respeto hacia los personajes, sin moralizar acciones ni sentimientos.
Al igual que sucedía en American beauty, el fracaso del matrimonio y de los valores tradicionales es mostrado con ironía y sarcasmo, en un tono que combina eficazmente el drama con la comicidad de no pocas escenas que harán reír y llorar a la vez, mostrando además, en un intento de ser neutral, los puntos de vista masculino y femenino. Un interesante film, pues, reconocido en diversos festivales, que llega –con el permiso de los grandes estudios– con unos años de retraso. Más vale tarde que nunca.
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