(3) EL NOVENO DÍA, de Volker Schlöndorff.

DILEMAS MORALES
Volker Schlöndorff se sintió fuertemente impactado por el libro autobiográfico del padre Jean Bernard y decidió convertirlo en una película. El cineasta alemán había sido alumno de un colegio francés de jesuitas y guardaba un buen recuerdo de educadores que, como el protagonista del film, unían las virtudes humanas a su capacidad para la enseñanza. Por eso hace del sacerdote y teólogo Henri Kremer, en la ficción, el eje narrativo de un impactante relato que aborda las conflictivas relaciones entre la Iglesia católica y la Alemania nazi, cuya ideología totalitaria pretendía, entre otras cosas, sustituir a las religiones como norma suprema en al vida de pueblos y ciudadanos.
El paralelismo con Amen es evidente. Pero si en el film de Costa-Gavras era un contundente alegato político, algo lineal quizás, contra la diplomacia vaticana cuya interesada prudencia ante el Holocausto se confundía con la cobardía a la hora de condenar los crímenes hitlerianos, El noveno día es ante todo una reflexión moral sobre las decisiones justas a tomar en situaciones límite, con una doble vertiente: la colectiva y la individual. La riqueza dialéctica de la película, basada fundamentalmente en conversaciones entre el protagonista, el obispo luxemburgués y un oficial de las SS, presenta una gran densidad conceptual, elaborada más sobre dudas que mediante certezas, como viene siendo habitual en la interesante carrera de Schlöndorff.
El prisionero del campo bávaro de Dachau, recluido en un bloque destinado a clérigos rebeldes ante las leyes racistas nazis es liberado temporalmente en 1942, elegido por su prestigio intelectual para mejorar las relaciones entre católicos y nacional-socialistas, convirtiéndose su personaje en medio expresivo de una serie de trágicos dilemas deontológicos a resolver. Para la Iglesia, con un silencio considerado cómplice por muchos, obligada a dar testimonio de su fe y de la dignidad humana ante el genocidio, pero también estratégicamente necesitada de preservar la libertad y la vida del clero y los fieles. En el plano personal, el choque entre el instinto de supervivencia y al exigencia de un heroísmo vinculada a la coherencia personal y a la conciencia ética, con la angustia reforzada por el sentimiento de culpa y el miedo a la muerte.
El noveno día incide apenas en el género de suspense y constituye un admirable discurso donde la emoción y las ideas logran un difícil equilibrio en torno a una serie de complejas y profundas consideraciones tanto de tipo psicológico como filosófico e histórico. La pérdida de valores humanos, la inevitable degradación material y moral en los campos de exterminio, plantea con toda propiedad el tema del “silencio de Dios” -formulado por los existencialistas católicos y retomado por Igmar Bergman en muchos de sus films- así como la responsabilidad subjetiva ante las consecuencias negativas derivadas de decisiones adoptadas.
El noveno día es un film de visión muy recomendable, con méritos más que sobrados entre los que figuran la banda sonora con impresionante música de Alfred Schnitke y la labor de excelentes actores como Ulrich Matthew, al que vimos encarnando a Goebbels en El hundimiento.
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