(2) EL HOMBRE DEL TIEMPO, de Gore Verbinski.

LLUEVE SOBRE MOJADO
El director estadounidense Gore Verbinski cambia radicalmente de registro —tras sus discretas incursiones en el género cómico, que dieron títulos con diferente fortuna como la infantil Un ratoncito duro de roer (1997) y la romántica con altas dosis de acción The mexican (2001), y el género de aventuras con la entretenida Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra (2003)— en esta cuanto menos curiosa cinta, difícilmente clasificable, aunque claramente ubicada dentro de los parámetros del cine independiente norteamericano tanto por su temática, por la osadía en el tratamiento de temas políticamente incorrectos y por la nada convencional narración que despliega.
El hombre del tiempo es un drama contado con un ingenioso humor negro lleno de ironía y sarcasmo que narra la conflictiva y desestructurada vida de David Spritz, el hombre del tiempo del Canal 6 de Chicago, ejemplo perfecto de persona gris, triste y mediocre. Un auténtico autista emocional, aunque crea actuar de buena fe, incapaz de paliar la frustración que satura su monótona e insustancial vida. Con sobriedad, pero también con contundencia, el realizador muestra las pésimas relaciones con su exmujer, a quien pretende reconquistar de nuevo, con un padre que nunca le ha respetado y con unos hijos a los que no puede, aunque lo intenta, comprender. En definitiva, una mirada ácida, incómoda, de las relaciones personales que recogía con maestría Ang Lee en La tormenta de hielo (1997), pero sin llegar al nivel de éste, o Sam Mendes en American Beauty (1999).
Verbinski tarda demasiado en centrarse a la hora de presentar a los personajes y sentar las bases para su posterior evolución. Quizá porque se exceda a la hora de retratar al protagonista dentro de un contexto igualmente deprimente —una ciudad gris, siempre húmeda y lluviosa; un trabajo poco acogedor, excesivamente frío y deshumanizado— y eso termina haciendo pesada una primera parte del film. El abuso de los primeros planos de un Nicolas Cage que nunca cambia de expresión —y que evidencia, según mi opinión, sus escasas dotes interpretativas— acaba reforzando esa sensación de que no evoluciona la historia, como si el personaje que asume la función de narrador adoptara una actitud de inmovilismo vital. Será en la segunda parte del film, ya casi al final, cuando rompa esa dinámica y tome decisiones que le hagan avanzar, sin importar si para mejor o para peor.
Insisto en que El hombre del tiempo merece la atención por ser una rara avis dentro de la programación cinematográfica. No hay héroes, no hay grandes hazañas. Ni mensajes optimistas que, a modo de lecciones magistrales, enseñen historias de superación personal, tan propias de la industria de Hollywood. Sólo es la vida de un hombre que pretende ser feliz pero es incapaz de saber cómo lograrlo.
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