(3) ¡VIVA ZAPATERO!, de Sabina Guzzanti.

EL FANTASMA DE LA LIBERTAD
El curioso título de este documental hace referencia a la famosa película de Elia Kazan sobre Emiliano Zapata, el revolucionario mexicano, pues la alusión al actual presidente del gobierno español se limita a un breve comentario laudatorio sobre su decisión de liberar la TV pública del control del partido político en el poder, admitiendo así el pluralismo y la libertad de expresión, y defendiendo que los medios de comunicación públicos pertenecen al conjunto de la sociedad y no sólo a un sector ideológico aunque haya ganado en las urnas.
Sabina Guzzanti, actriz y realizadora del programa RAIoT, sólo pudo emitir en 2003 un episodio de la serie pues su carácter de sátira política molestó sobremanera a Berlusconi y los suyos, que presentaron una querella y decidieron suprimir el proyecto sin explicación alguna. Cuando el juez dio la razón a la realizadora, nadie quiso darse por aludido y el programa siguió vetado. ¡Viva Zapatero! surgió en aquel momento, como protesta y testimonio, con una serie de entrevistas a gente de diversas tendencias a a que se le preguntaba sobre la libertad de expresión, la censura y la TV pública en Italia. La audiencia del único programa emitido fue enorme, pero eso molestó más aún a la derecha italiana en el poder llena de tics autoritarios, que considera el país como su cortijo particular.
Presentada por sorpresa en el Festival de Venecia en el Festival de San Sebastián, el film es un documental político al estilo de Michael Moore, aunque sin el rigor dialéctico del norteamericano, limitándose a encadenar entrevistas sobre el caso debatido, con algunas reiteraciones y divagaciones perfectamente prescindibles.
Pero el interés del documental, pese a sus limitaciones formales, es indiscutible. La situación actual de Italia, es preocupante y sintomática. La realizadora no sólo critica la actitud de los políticos de la derecha berlusconiana sino también la de algunos de centro e izquierda por su pasividad, por su silencio cómplice. Lo que aquí vemos con naturalidad, en Italia se consideró ofensivo e intolerable por las autoridades a las órdenes de un primer ministro detentador, en régimen de monopolio, de caso todo el poder político, económico y mediático -controla la TV pública y varios canales privados, además de radio y prensa-. Pero la victoria en las urnas, las mayorías absolutas, nunca pueden justificar la impunidad, el abuso y la censura.
Muchos políticos, artistas e intelectuales se convirtieron, por acción u omisión, en cómplices del atropello cometido contra Sabina Guzzanti. Los suculentos sueldos, el miedo a perder los cargos y privilegios, etc. acallaron lo que debía haber sido un clamor generalizado. La mayoría de los burócratas optaron por mirar a otro lado, sin darse por aludidos. Y el pueblo, la voz soberana de la democracia, sin reaccionar, anestesiado y amaestrado por las elevadas dosis de “pan y circo”, por la telebasura imperante. Temerosos de perder su empleo o de ser relegados a un oscuro rincón del organigrama por funcionarios sumisos, los profesionales de la comunicación se convirtieron en mercenarios de “el que paga manda”.
La desfachatez del “qué pasa” y del “y tú más”, los sofismas, las manipulaciones, las mentiras y el cinismo están a la orden del día. Y no sólo en Italia. Un neofascismo se ha impuesto en las urnas allí. Se disfraza de formas democráticas lo que no es sino un neoconservadurismo autoritario de tendencias ultras. El gobierno del pueblo se ha corrompido, la libertad sólo es un fantasma. Y ¡Viva Zapatero! se encarga de dennuciarlo.
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