(3) LA ESCURRIDIZA O CÓMO ESQUIVAR EL AMOR, de Abdellatif Kechiche.

CHICOS DE BARRIO
El segundo largometraje de Abdellatif Kechiche (Túnez, 1960) es una modesta producción, realizada sin subvención alguna y con jóvenes actores no profesionales, que dio la campanada al conseguir cuatro Premios César del cine francés 2004, los de mejor dirección, película, guión y actriz revelación. El secreto de su éxito es haber evitado los explícitos planteamientos socio-políticos habituales -marginalidad, drogas, prostitución, violencia, etc.- para centrarse en la vida cotidiana de los adolescentes de un barrio periférico parisino. De estos quinceañeros vemos sus anhelos, sus amistades, sus rencillas, sus amoríos y sus inseguridades, lo normal en chicos de su edad pertenecientes a la clase trabajadora, en su mayoría inmigrantes de origen magrebí, que utilizan para comunicarse entre ellos un lenguaje crudo y aparentemente agresivo cuya función no es otra que disimular, a lo macho, la cordialidad y camaradería de sus relaciones.
La escurridiza o cómo esquivar el amor es, pues, una crónica realista que recuerda la naturalidad del devenir cotidiano de la gente sin historia, la falta de hechos importantes en la existencia humana, como ya captara Marco Ferreri en Los chicos (1960), instalando los aires del neorrealismo italiano en el acartonado cine español del momento. Aquí los conflictos son mínimos y de orden personal: enamorarse y ensayar una obra teatral de Marivaux, El juego del amor y del azar (1730), que deberá ser representada en la fiesta de fin de curso del instituto.
La brusca intervención de la policía en una escena del film será el único elemento discordante en un discurso dominado por el fluir de los sentimientos y por la riqueza psicológica, con el contraste entre los sofisticados e ingeniosos diálogos de la obra del dramaturgo francés, por una parte, y el torpe primitivismo de los alumnos y alumnas por otra.
Película que interesa por su realismo cotidiano, por la espontaneidad juvenil, por la ausencia de lugares comunes y por constituir la demostración de que, en la creación artística, el talento es casi siempre mucho más incisivo que el dinero.
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