(0) DOCE FUERA DE CASA, de Adam Shankman.

INNECESARIA SECUELA
Secuela de la ya mediocre Doce en casa (2003) de Shawn Levy, Doce fuera de casa no es sino una previsible repetición de las peripecias, esta vez en un campamento de verano en el lago Winnetka, de los Baker, una familia numerosa capaz de convertir unas plácidas vacaciones en una guerra entre familias por la extrema competitividad de unos padres —interpretados por Steve Martin y Eugene Levy— inmaduros e infantiles.
Carente de la menor pretensión, Doce fuera de casa es un ejemplo modélico de cine familiar que, sobre la base de una historia absurda y unos personajes maniqueos, adoctrina sobre las bondades de la vida en familia, el amor incondicional entre padres e hijos y el triunfo de la unidad familiar gracias a la superación de cualquier obstáculo que pueda erosionar su estabilidad.
Ni qué decir tiene que los problemas que surgen, una leve aproximación a los conflictos generacionales, son tratados de una manera superficial y políticamente correcta, y todas las subtramas —sucesión de gags basados en equívocos, muecas, golpes y caídas— están orientadas a una resolución gratificante cargada de buenos sentimientos y lecciones morales que harán la delicia de un público con ganas de pasar el rato. Y nada más.
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