(3) SALVADOR ALLENDE, de Patricio Guzmán.

LA ÉTICA DE UN PRESIDENTE
Esta coproducción multinacional, presentada en los últimos festivales de Cannes y San Sebastián, demuestra no sólo la constante preocupación de Patricio Guzmán por la reciente historia de su país -su monumental La batalla de Chile es una obra clave en la historia contemporánea- sino también su maestría en el género documental, a la altura de los reputados Chris Marker y Joris Ivens.
El mérito de Salvador Allende es la mesura y el equilibrio con que nos va suministrando datos: la infancia en Valparaíso, el ejercicio de la medicina, sus frustradas candidaturas a la presidencia del gobierno, su triunfo electoral en 1970 al frente de Unidad Popular. Lejor de la fácil demagogia, el film informa utilizando abundante material de archivo, algunos inédito hasta el momento, y realizando entrevistas a supervivientes que conocieron y colaboraron con Allende, analizando los hechos desde la perspectiva que permite el tiempo transcurrido.
Ninguno de los datos es negado al espectador, desde el álbum familiar de fotos, su ascendente carrera política, las dificultades de su gestión presidencial, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, con el ataque al Palacio de la Moneda y el suicidio del presidente, la sangrienta represión posterior -torturas, asesinatos, exilio y desapariciones-, los 17 años de dictadura pinochetista y la evidencia de la “Operación Cóndor” programada por Nixon y Kissinger, preocupados por el caso de Cuba y los movimientos guerrilleros, para evitar por la fuerza, sin respetar los derechos humanos, el triunfo de los gobiernos de izquierda en el continente sudamericano.
Pero Salvador Allende no es un relato biográfico al uso, sino una reflexión política de hondo calado a partir de hechos contrastados: la honradez cívica y coherencia ética del presidente, su lucha por el logro de un socialismo democrático y su resistencia hasta la muerte sin ceder el poder legítimamente adquirido. La película es, pues, una llamada contra el olvido -en Chile se ha silenciado todo aquel período- que plantea algunas cuestiones polémicas que todavía hoy siguen preocupando: si se equivocó Allende al confiar al traidor Pinochet el mando del ejército, si hubiera sido conveniente armar al pueblo para defender al gobierno, si se minusvaloró el poder de la burguesía que con su “insurrección” y su boicot económico demostró el gran poder contrarrevolucionario de la derecha.
Lo cierto es que un ensayo sin precedentes, la toma pacífica del poder por la clase trabajadora, acabó en fracaso. La generosa idea de libertad, fraternidad y justicia social fueron barridas por la fuerza de las balas. Y Salador Allende entregó su vida por ser consecuente con sus convicciones morales. La emoción de aquellos que desde la distancia, bajo otra dictadura, vivimos aquel esperanzador proceso democrático nos es devuelta ahora por esta película, especialmente cuando en su banda sonora suenan las inolvidables canciones de Inti-Illimani, Violeta Parra y Quilapayún.
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